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Domingo, 5 de Marzo, 2006

La noche del cazador

(The night of the hunter) Charles Laughton (1955)

Pocas películas del cine clásico han suscitado tanta diversidad de opiniones como la que nos ocupa. Esta inclasificable obra maestra constituyó un estrepitoso fracaso el día de su estreno precisamente porque no se ceñía a un género específico, a una etiqueta restrictiva tan del gusto del público de los años dorados del cine. La noche del cazador se sitúa en la frontera de lo que era el cine clásico hasta la década en que se realizó y lo que iba a ser a partir de los 60, cuando comienza el derrumbamiento de los cánones cinematográficos. Hoy día ya nadie cuestiona el valor de esta prodigiosa joya, confluencia de una serie de elementos que armonizan el conjunto en una obra de arte total.

Podemos buscar las razones de ello sobre todo en la labor de realización por parte de Charles Laughton, inmenso actor que debutaba en la dirección del que sería su único film, dada la severa acogida que obtuvo; en la soberbia caracterización de los actores, que recrean a la perfección una galería de personajes encerrados en un mundo de miseria (estamos en los años de la Gran Depresión), hipocresía religiosa y banalización de los valores sociales; en el genial guión de James Agee, en el que tuvo parte importante el propio realizador y el autor de la novela original, en la que se refleja fielmente; en la fotografía de Stanley Cortez, que baña de un halo fantástico la ya de por sí sobrenatural atmósfera del relato. Pero lo verdaderamente particular de La noche del cazador es esa extraña combinación de intriga criminal y melodrama rural en un contexto de absoluto onirismo, como si de un cuento infantil se tratase. Laughton quiso aprovechar las posibilidades que brinda el arte cinematográfico para hacer hincapié en algo que la novela tan sólo apuntaba de forma somera: la recreación (o más bien creación) de una deliberada artificiosidad que en el film queda subrayado ya desde ese comienzo con el rostro de Lillian Gish en la inmensidad del cosmos recitando a unos niños unos pasajes de la Biblia, y advirtiéndoles de la amenaza que van a tener que afrontar a causa de las personas que dicen ser lo que no son; en definitiva, de la amenaza que supone la vida para estos “seres indefensos”. Porque aquí más que nunca el personaje antagonista es la encarnación del Mal, pero el Mal visto desde la perspectiva deformante y maravillosa de una mente infantil: la caracterización de Harry Powell no está lejos de los personajes que, como la Reina de Corazones o el lobo de Caperucita, han alimentado la imaginería de niños y adultos durante siglos. Es un personaje fantástico, y aquí es donde un relato meramente costumbrista, que relata las tribulaciones de una familia perseguida por el fantasma de la codicia, adquiere inexorablemente tintes fantásticos.

Esa irrupción del elemento perturbador se pone en escena a través de los más insólitos recursos: un tren que corre a toda velocidad en montaje alterno con un diálogo que augura la aparición de “alguien” en la vida de la desconsolada Willa Harper; la sombra de Powell proyectada en la habitación de los niños cubriendo al pequeño John Harper, en el que será su primer (y aterrador) encuentro cara a cara; la silueta de Powell sobre el horizonte montando a caballo, mientras tararea una canción que para los niños, más que una nana que les ayude a dormir, se convertirá en el fondo musical de una verdadera pesadilla; etcétera. Todo este entorno perverso nos lo muestra la mirada del niño: los hombres que detienen al padre y, más tarde a Powell, son para John una despersonalizada imagen de la usurpación de la libertad, desprovista su mentalidad, como niño que es, del concepto de justicia (la novela de Grubb se refiere a ellos como “los hombres de azul”); la persecución que el predicador lleva a cabo en busca de los dos hermanos es la visión real de una pesadilla infantil con el elemento recurrente del perseguidor como protagonista; el río por el que huyen está poblado de las más variopintas criaturas nocturnas, que observan acechantes a los niños como si de un cuento de hadas se tratase; incluso la conducta de Harry Powell recuerda en cierto modo a la del animal antagonista en este tipo de relatos (hasta los extremos de lo cómico) cuando, corriendo en busca de los niños, es preso de la ira ante sus vanos intentos de alcanzarlos.

Hablemos de un drama fantástico o de un “fantástico” drama, más allá de toda inconsecuente discusión sobre su naturaleza, lo que tenemos es un conjunto de imborrables imágenes de enorme influencia en el cine posterior, y no sólo en su vertiente fantástica. Porque La noche del cazador no ha sido sólo la noche de los dos atemorizados niños protagonistas, sino la de toda una generación de jóvenes cineastas que han tenido la brillante idea de fijarse en una obra como ésta, cuando su precoz capacidad visionaria todavía fabulaba historias sobre el hombre del saco en la oscuridad del dormitorio.


Sami Natsheh, extraido de www.pasadizo.com

Escrito por ReJeCt a las 23:43 | Comentarios (2)

Jueves, 21 de Julio, 2005

Drácula

(Drácula Versión Hispana, 1931, George Melford & Enrique Tovar Ávalos)

El Drácula de George Melford se erige en la actualidad como una obra digna de destacar por sí sola, no ya por su condición de rareza, sino por las características insólitas que la adornaron ya en la época de su producción. Oficialmente, este Drácula forma parte de aquellas versiones habladas en lengua extranjera que los estudios de Hollywood realizaron de sus títulos más señeros durante los primeros años del cine sonoro, en un intento de evitar la pérdida o disminución de mercados foráneos. Estas versiones (hispanas, francesas, italianas y alemanas en su mayoría) se rodaban calcando el film original plano a plano, a veces con las estrellas de turno (en especial si se trataba de cómicos, como Laurel y Hardy o Buster Keaton) recitando -o más bien chapurreando- unos diálogos aprendidos de memoria en el idioma o idiomas respectivos, acompañados de secundarios por lo general pertenecientes al país en cuestión, a veces con todo el elenco interpretativo original sustituido, como sucede con el presente título; por lo que respecta a técnicos y directores, desempeñantes de una labor meramente mimética, el cambio resultaba tan habitual como intrascendente. Así, la película de Melford que nos ocupa es la versión hispana del clásico Drácula protagonizado por Bela Lugosi y dirigido por Tod Browning, y como tal se distribuyó por España e Hispanoamérica en lugar de su homónimo anglosajón.

Ahora bien, esta versión presenta una discrepancia bastante significativa con respecto al patrón general descrito: la diferencia entre las escenas que aparecen en las dos versiones, diferencia más que considerable en numerosos momentos que parece indicar, o bien una mutilación salvaje en la firmada por Browning (lo cual exigiría una restauración urgente), o bien una voluntad creativa por parte de Melford bastante superior al mero trabajo de encargo al que le habían destinado; en cualquier caso, la presente obra aparece dotada de una entidad autónoma que la emparenta con otra corriente importante que se iba imponiendo: rodar películas en español con argumentos independientes y enraizados con las tradiciones y la cultura del mercado y el público al que iban destinados. De este modo, el film aparece como un título de transición entre ambas fórmulas y como el precedente más directo de la inefable saga vampírica que, de la mano de directores como Fernando Méndez o Alfonso Corona Blake y actores como Germán Robles y Mauricio Garcés, hizo furor en la cinematografía mexicana de los 60.

Desaparecida durante muchos años, la fortuna quiso que sobreviviera una copia de la película en Cuba, copia descubierta pocos años atrás y que, tras arduos esfuerzos, pudo ser restaurada y vista en filmotecas de todo el mundo (y editada en vídeo en Estados Unidos e Inglaterra), en un estado si no óptimo, al menos bastante aceptable. Esperada con gran expectación por los aficionados, dicha copia ha provocado en sus proyecciones toda suerte de reacciones: desde el rechazo hasta la admiración, pasando por la rechifla más absoluta, siendo este último, por desgracia, el caso más frecuente.

Desde mi punto de vista personal, la película ha constituido una sorpresa considerable -y agradable-, al erigirse, como se ha dicho, en un film totalmente distinto al de Browning en lugar de una mera copia, con un sentido del ritmo cinematográfico y una agilidad narrativa mucho mayores que en su mitificado homónimo, aun conservando la estructura general de éste. Las escenas, además de ser inéditas en muchos casos, están bastante más desarrolladas y son más explícitas, apenas dejan cabos sueltos y rehuyen cuanto pueden los iterminab1es diá1ogos y planos teatrales que tanto lastran la segunda parte de la versión norteamericana, en la que, de forma totalmente anticinematográfica, se describen la mayoría de los sucesos en lugar de mostrarlos.

La película, rodada simultáneamente con la versión original durante la noche, y concebida como vehículo de lucimiento para la mexicana Lupita Tovar por el productor Paul Kohner -quien, enamorado de ella, convenció al dirigente de la Universal, Carl Laemmle Jr. para apuntarse al mercado de las producciones en español, impidiendo así la retirada de la actriz a su país natal tras una desilusionante etapa en la citada productora- no es, desde luego, perfecta, y tiene muchos defectos, provenientes en su mayoría de las poses y declamaciones forzadas y artificiales de los actores, además de los diálogos (no menos artificiales y, en muchas ocasiones, ridículos) que a éstos se les imponían. Pero son defectos también presentes en la versión anglosajona (aunque, para un público no experto en el idioma inglés, mejor disimulados) y, de cualquier forma, más bien achacables a la época que a los artífices del film, siendo así como hay que mirarlos -a menos que se pretendan escuchar giros y modos de los años 90 en una producción de 1931-. Tal vez el argentino Carlos Villarías no resulte al actor más adecuado para encarnar al conde transilvano, y su actuación -con la salvedad de una portentosa e inquietante mirada- se vea pomposa, envarada en exceso, incluso a veces risible, pero, ¿no le ocurre lo mismo a Lugosi? En líneas generales, las notables virtudes de la versión angloamericana -más en concreto, de su primera parte- no sólo se mantienen en la hispana, sino que son incluso superadas, haciendo olvidar los fallos y limitaciones mencionados; se podrían citar muchos ejemplos, pero nos ceñiremos a dos: la soberbia labor de Pablo Álvarez Rubio, con seguridad uno de los mejores Renfields que haya dado el cine hasta el momento, y la prodigiosa escena del barco que transporta a Drácula hasta Londres, sin duda la mejor del filme, estremecedora aun hoy en día, con Renfield enloquecido lanzando carcajadas desde una claraboya mientras los marineros observan aterrorizados la aparición del conde, al tiempo que se desarrolla una atronadora tormenta.

En resumidas cuentas, visionando ambas versiones, la hispana resulta, en conjunto y a mi juicio, muy superior a la excesivamente sobrevalorada de Browning, sin menoscabo del talento que este gran director demostró en otras muchas películas, obras maestras de la historia del cine en numerosos casos. Pero nadie es perfecto, y Melford -veterano director del cine mudo como el propio Browning y realizador de otras películas en su versión hispana- pudo superarle en esta ocasión, destilando en sus imágenes mucha mas inquietud, erotismo y morbosidad, y siendo por tanto más fiel al espíritu original que Stoker confirió a su novela. La razón de esto puede estribar en la incomodidad que Browning sentía ante lo verdaderamente sobrenatural; su auténtico mundo era el del terror realista, el de los monstruos humanos y fenómenos circenses; poco importa, de todas formas, la razón. Todo lo dicho sonara a herejía para muchos, pero no hay que acobardarse por ello: las mayores herejías han acabado mostrándose como las mayores verdades.

Manuel Aguilar (Madrid. España)

extraido de www.pasadizo.com

Escrito por ReJeCt a las 01:54 | Comentarios (1)

Domingo, 29 de Mayo, 2005

El Gabinete del Doctor Caligari

(Das Kabinett des Doktor Caligari, 1919. Robert Wiene)

Sentado en un banco del parque, Francis le cuenta su historia a un compañero. En la ciudad de Holstenwall, situada al norte de Alemania, aparece de repente una feria ambulante, y Francis convence a su amigo Alan, estudiante, para que vaya a verla con él.
El Dr. Caligari, uno de los componentes de la feria, le pide a un empleado del Ayuntamiento que le consiga los necesarios permisos. El empleado se burla de él y al día siguiente aparece asesinado. Francis y Alan, que están en la feria, acuden a ver al Dr. Caligari y a su sonámbulo, Cesare. Cesare le lee a Alan su porvenir: vivirá hasta el amanecer. Al día siguiente, Alan aparece muerto exactamente de la misma manera que el empleado.
Francis, que sospecha de Caligari, lleva al padre de Jane, la mujer a la que ama, y que es médico de profesión, a que reconozca a Cesare, pero el doctor no logra encontrar en él nada raro. Francis continúa, sin embargo, sus indagaciones y se dedica a vigilar a Caligari, sin saber que éste ha reemplazado a Cesare por un muñeco, que descansa ahora en el féretro, mientras que el sonámbulo se dedica a cumplir las órdenes de su jefe. Enviado a matar a Jane, Cesare decide raptarla y se ve perseguido por la familia de la joven. Cae finalmente agotado. La policía descubre el muñeco en el féretro, pero Caligari logra escapar. Francis sigue a Caligari hasta un manicomio y, al entrar en él, descubre que es el director.
A la noche siguiente, Francis y tres empleados del manicomio examinan los papeles del director y descubren un relato sobre un "showman" italiano del siglo XVIII, llamado Caligari, que utilizaba a un sonámbulo, Cesare, para matar a la gente. Francis enfrenta al director con el cadáver de Cesare, pero es atado con una camisa de fuerza.

El expresionismo fue definido como el intento de presentar la vida interior de la Humanidad en lugar de su apariencia externa. Oficialmente, el movimiento nace en 1920 y, según Louis Cheronnet, sus fuentes de inspiración son el sueño, la filosofía, el individuo y la colectividad, las tormentas sexuales, el sadismo y las aberraciones mentales.

La corriente expresionista en pintura y poesía es anterior; en lo que se refiere al cine, El gabinete del doctor Caligari es considerada como la obra que primero y de forma más radical aplica los recursos estéticos que ya habían informado la producción pictórica y literaria en la Alemania de los primeros años del siglo.
La gestación de la película fue compleja. Según parece, Hans Janowitz y Carl Mayer escribieron un guión en el que recogían sus propios recuerdos acerca de un famoso psicópata asesino de Hamburgo. El planteamiento inicial presentaba a Cesare como símbolo del pueblo y al doctor Caligari símbolo del Estado. Al final, con la derrota de éste, se defendía un mensaje de cariz antiautoritario.
Erich Pommer, el productor, pensó en Fritz Lang para dirigir el film, pero éste se encontraba enfrascado en el rodaje de Las arañas: El barco de los brillantes (Die Spinnen: Das Brillantenschiff), por lo que el proyecto fue a parar a manos de Robert Wiene. El cambio más significativo fue el añadido de un prólogo y un epílogo que convertían a la historia en la narración de un loco. La importancia de El gabinete del doctor Caligarí es múltiple:
1. Históricamente es una profunda renovación en el cine de la época, inaugurando, como ya se ha adelantado, la corriente expresionista, que habría de tener una influencia grande en el cine posterior, incluyendo a Hollywood en los años 30, entre cuyos directores cabe destacar a John Ford, que en El delator (The informer, 1936) recoge lo mejor de la herencia expresionista.
2. La descripción de personajes en El gabinete del doctor Caligarí es teatral y barroca, con unas interpretaciones que en su exageración resultan brillantes. Es un film totalmente artificial, pero de una belleza indiscutible.
3. La película de Robert Wiene no es únicamente una pieza clave en el cine primitivo por sus aportaciones estéticas o por las disputas sociopolíticas a que dio lugar, sino que es también un antecedente del cine de terror, al crear un clima opresivo, unas actuaciones desgarradas y un puñado de secuencias real- mente inquietantes (todas las aportaciones del sonámbulo Cesare, el manicomio ... ). La serie de horror que produce la Universal en los años 30 bebe de las fuentes estéticas de este recargado, sombrío, complejo y fascinante El gabinete deldoctor Caligari. Apagadas ya las discusiones políticas de su época, el film se mantiene por su deslumbrante estética.

extraido de: http://www.chriswalter.com

Escrito por ReJeCt a las 00:21 | Comentarios (9)

Miércoles, 5 de Enero, 2005

El gran dictador

(The Great Dictator, 1940. Charles Chaplin)

Sinopsis

Durante la Primera Guerra Mundial, un anónimo combatiente de la armada de Tomania salva la vida de un oficial llamado Schultz. Pero el avión en el que huyen se estrella y, mientras Schultz resulta indemne, el soldado ingresa en un hostipal por amnesia. Allí permanecerá veinte años de su vida, ignorando por completo los cambios que se producen a su alrededor. Hynkel se convertirá en el dictador de Tomania y perseguirá despiadadamente a los judíos con la ayuda de sus dos ministros, Garbitsch y Herring.

A la salida del hospital, el soldado regresa a su antigua barbería en el Ghetto, esperando encontrar todo lo que dejó veinte años atrás. Allí conocerá a Hannah, una joven de la que se enamorará. Mientras, Schultz se ha convertido en un influyente oficial del régimen y ordena a sus tropas dejar al barbero en paz.
Hynkel planifica la invasión de Osterlich, país fronterizo, y cuando Schultz pone en tela de juicio esta decisión, el dictador lo condena a ingresar en un campo de concentración.

Inmediatamente, Schultz planea su fuga intentando provocar una rebelión contra el gobierno. Entonces, se refugia en el Ghetto, en casa de su amigo el barbero, pero las tropas de Hynkel queman la tienda, arrestan a los dos hombres y los internan en un campo.

Prosiguiendo su plan para invadir Osterlich, Hynkel invita a palacio a Napaloni, el dictador de Bacteria y, después de varios desacuerdos cómicos, los dos hombres logran establecer una aliaza.

La invasión de Osterlich es un éxito y Hannah, quién se ha refugiado en este país con sus amigos, vuelve a encontrarse otra vez más bajo la dominación del régimen de Hynkel.

Mientras el dictador celebra su última conquista disfrutando de unas vacaciones en el país, Schultz y su amigo el barbero consiguen huir del campo de concentración. Por error, Hynkel será detenido por sus propias tropas y el barbero, confundido por el dictador..


La restauración

Después de algunos años, la famila Chaplin confió a la Cinemateca de Bolonia la compleja y delicada misión de restaurar la obra cinematográfica de Charles Chaplin.

El laboratorio Immagine Ritrovata fue, en aquellos momentos, el elegido para preparar los nuevos negativos que serían necesarios para la distribución prevista por MK2, a partir de los elementos que se enviaron a Europa en los años cincuenta después del cierre de los Estudios Chaplin.

A fin de poder presentar en la gran pantalla El Gran Dictador en las mejores condiciones que nos brinda el cine actual, un negativo proveniente del original fue identificado como el elemento susceptible para poder reconstruir de la mejor manera posible la calidad original de contraste y nitidez de la película.

Los laboratorios Immagine Ritrovata realizaron estudios comparativos a partir de otros elementos, lo que permitió finalmente la producción para MK2 de un nuevo negativo que reproduce cuidadosamente las cualidades de la película original.

La mejor fuente para la banda sonora era una mezcla de sonido final original. Con el mayor respeto hacia las características sonoras de la película, se utilizaron las técnicas numéricas con el fin de poder eliminar y reducir los daños y defectos detectados.

El Gran Dictador vuelve, de esta manera, a las pantallas bajo la forma más próxima y más fiel posible a la de su calidad original.


La sátira

El Gran Dictador es el primer filme sonoro de Charles Chaplin. Se trata de una brillante sátira del fascismo que ataca y ridiculiza a sus dos máximos exponentes: Hitler y Mussolini, caricaturizados en la película como Hynkel y Napaloni, respectivamente.

Asimismo, otras personalidades de la época tienen su correspondencia en la gran pantalla: el personae de Garbitsch es una parodia de Göebbels, Ministro de Propaganda de la Alemania Nazi -Tomania en la película-; y el personaje de Herring, lo es de Göring, quien fue mariscal del Reich y fundador de la GESTAPO durante el régimen nazi.

En definitiva, toda la ambientación de la película trata de recrear el espíritu de la época, e incluso la simbología de la esvástica nacionalsocialista tiene su correlativo cinematográfico en El Gran Dictador a través del símbolo de la "doble cruz" tomaniana.

La película se rodó al final de la década de los treinta y se estrenó en 1940, en pleno inicio de la Segunda Guerra Mundial. En aquellos días, aún no había comenzado el exterminio judío, y por ello el filme aún conserva un tono de comedia satírica que contrasta con la terrible tragedia que estaba a punto de desencadenarse.

Estamos pues, ante una película increíblemente visionaria; tanto, que el propio Chaplin confesó años más tarde que, de haber tenido conocimiento de los crímenes que posteriormente se perpetrarían al pueblo judío, nunca hubiera realizado la película.

Sin embargo, a pesar del tono cómico de la obra, Chaplin deja claramente definido su sompromiso político en la película, más que cualquier otro director de Hollywood de la época. Por aquel entonces, los Estados Unidos querían permanecer al margen del conflicto que se estaba viviendo en Europa, y por ello Chaplin tuvo problemas con su creación.

Escrito por, Cine BSO


Escrito por ReJeCt a las 11:41 | Comentarios (12)

Martes, 21 de Diciembre, 2004

El monstruo de la Laguna Negra

(Creature from Black Lagon, 1954. Jack Arnold)

La década del 50 caracterizó al cine por una marcada preponderancia de películas del género de terror y ciencia ficción. El continuo avance de la tecnología permitió filmar todo tipo de extravagancias varias imposibles de realizarse antes, hechas mucho más creíbles utilizando sofisticados efectos especiales, y también gracias a logrados maquillajes. Las tres películas que tuvieron a la Criatura de la Laguna Negra como protagonista dejaron huella imborrable en los espectadores de entonces, fuera ya por sus probados argumentos como por lo original y distintivo de la figura, y, en una gran parte, gracias a la atractiva ayuda otorgada por la entonces novedosa pantalla tridimensional (3-D). Esta propuesta visual, que brindaba a los espectadores una ilusión de profundidad y relieve en las imágenes mediante la utilización de lentes especiales, no duró mucho. Ya a fines de 1953 las continuas quejas de las personas que alegaban fuertes mareos y dolores de cabeza luego de estar expuestos a una proyección de una hora, indujeron un temprano final a esta fascinante novedad cinematográfica. Pero la trilogía que nos ocupa hizo excelente uso de ese jugoso proceso y, sumado al atractivo de sus contenidos, una firme mano directiva, una cuidada producción, la agradable fotografía en brillante Technicolor y un promedio regular de buenas actuaciones, el material alcanzó el éxito esperado, superándolo con creces.

Cómo era la Criatura

La criatura de la Laguna Negra fue el resultado palpable de un experimento científico, y no un sombrío ser sobrenatural como los que abundaban en los argumentos de ese entonces. Aunque ha sido descripta como mitad humano y mitad pez, o un eslabón perdido anfibio, muchos amantes del cine la consideran una especie de saurio. A diferencia de muchos de su antecesores “reptílicos” que aparecieron en, por ejemplo, The Lost World (El mundo perdido, 1925), este nuevo exponente de la creatividad cinematográfica fue un animal atractivamente blindado, e inteligentemente diseñado como una figura de sorprendente arquitectura biológica.

Las garras palmeadas de la criatura le acrecentaban sus habilidades para nadar, a la vez que le permitían capturar pequeños animales, y podía causar severo daño (o matar) a ejemplares más grandes. Una formación dentada que le recorría la espalda y le llegaba hasta los muslos fortalecía su apariencia, a la vez que ensombrecía su aspecto. Esta estructura servía para darle estabilidad en el agua, y al mismo tiempo actuaba como un radiador natural que contribuía a mantener una temperatura corporal constante.

Para su defensa contra ataques, estaba provista de escamas superpuestas que le creaban una especie de escudo flexible en su torso, brazos y piernas. Su cabeza tipo yelmo, cruzada por dos líneas de branquias, le permitía - gracias a su formato aerodinámico- deslizarse rápidamente a través del agua. Respecto de sus pies, éstos también poseían bordes palmeados como sus garras, pero además cada uno estaba provisto de una pequeña ala dentada situada en cada talón, que funcionaba como sensor y la habilitaba para mantenerse balanceada cuando debiera caminar por algún terreno.

Esta abominación era una perfecta fantasía cuyas cualidades estéticas y anatómicas la transformaron en un material óptimo para ser explotado en películas destinadas a pegar fuerte en la taquilla (embellecida por el adecuado uso de la tercera dimensión), y prontamente se transformó en un ser supremo del cine de ciencia ficción, especialmente durante este corto reinado de esta modalidad de cine, munida de anteojos de colores y proyectores estereoscópicos.

La Trilogía
En la primera película de la trilogía, Creature From the Black Lagoon (El monstruo de la Laguna Negra, 1954), dirigida por Jack Arnold, un paleontólogo desentierra una monstruosa mano prehistórica en la cuenca del Amazonas, por lo que rápidamente se forma una expedición para buscar el resto del fósil. Los exploradores, liderados por el ictiólogo David Reed (Richard Carlson) y el contratista Mark Williams (Richard Denning) se toparán con mucho más de lo que esperaban: un ser lleno de escamas devenido en soberano de un submundo acuático llamado Laguna Negra. La criatura se enfurece al advertir la invasión, pero se obsesiona con una bella mujer, Kay (Julia Adams), miembro del grupo explorador. En una escena que quedó para la posteridad, cuando la mujer nada en las aguas de la laguna, la criatura, debajo de la superficie, imita sus movimientos y la sigue, como tratando de descubrir a una hembra de su especie al emular sus ademanes. Abundan imágenes de gran belleza, sobre todo bajo el agua. En las escenas submarinas, columnas de burbujas y diversas variedades de peces van y vienen continuamente hacia la cara del espectador, aprovechando la magia del 3-D.

La segunda de las películas, Revenge of the Creature (El regreso del monstruo, 1955) también dirigida por Arnold, tiene un argumento más prosaico, ya que la intención inicial se centra en los preparativos para la captura de la criatura en un afluente del Amazonas, su transportación a un oceanario de Florida, su subsiguiente entrenamiento y tormento en el cautiverio y su posterior escape. Esta vez, la criatura se siente atraída hacia la bella Helen Dobson (Lori Nelson), y debe lidiar con los avances de dos científicos que buscan domesticarla de cualquier forma, Clete Ferguson (John Agar) y Joe Hayes (John Bromfield). Harta de los malos tratos y llena de desilusión, la criatura se las arregla para escaparse de su prisión, y logra adentrarse en el mar. Esta secuela no fue tan exitosa como su predecesora, pero el director Arnold supo imprimirle su inconfundible sello, al plagarla de escenas nocturnas de realismo inquietante y un uso de sombras más que singular. Aunque también filmada en 3-D, la película fue exhibida mayormente en pantalla plana, ya que para 1955, año de su estreno, la tercera dimensión ya había perdido su atrapante encanto.

Y el tercer envío de la serie, titulado The Creature Walks Among Us (no estrenada comercialmente en cines en Argentina pero exhibida en televisión como EL MONSTRUO VENGADOR, 1956) no estuvo a la altura de los que lo antecedieron, aunque, a decir de muchos, fue injustamente criticada. Si bien carecía del atractivo tridimensional, el argumento era débil y las apariciones de la taquillera criatura eran menores en número, se debe rescatar la riqueza de imágenes que abundan por doquier, gracias a la experta mano del director, John Sherwood, un ex-alumno de Arnold. En esta secuela, la criatura sufre graves quemaduras, que debilitan su “caparazón”, y los médicos que la controlan, el Dr. William Barton (Jeff Morrow) y el especialista genético Dr. Thomas Morgan (Rex Reason) descubren asombrados que bajo las escamas existe un frágil animal dolorido y lastimado, que respira con dificultad. En el resto de los 78’, la criatura hará lo imposible para volver a su hábitat natural, el agua, la que él sabe, podrá curar sus heridas y regenerar su capa branquial protectora. Y la escena final, en la que la criatura parece saborear el paisaje acuático al que ha llegado luego de muchas penurias, considerándolo su paraíso particular, ha quedado en los anales de la historia del cine de ciencia ficción.

Nota publicada originalmente en la revista Terror-mania, Nº 2


Escrito por ReJeCt a las 03:01 | Comentarios (5)

Miércoles, 13 de Octubre, 2004

La invasión de los ladrones de cuerpos

(Invasion of the body snatchers, 1955. Don Siegel)


Un psiquiatra es requerido una noche por la policía para que atienda a un tipo aparentemente desequilibrado y muy exaltado a quien han detenido. El individuo, el Dr. Miles Bennell, cuenta a su colega un increíble relato al que asistimos por medio de un flash-back.

La semana anterior, explica Bennell, se encontraba asistiendo a un congreso de medicina cuando una llamada urgente de su enfermera Sally le obligó a regresar a su pueblo, Santa Mira: al parecer varios vecinos se habían puesto enfermos de repente y sufrían una extraña dolencia que no sabían explicar.

Cuando llegó a su consulta (tras haber estado a punto de atropellar a Jimmy, un joven del lugar que huía de su madre porque, según ella, no quería ir al colegio) Miles descubrió que, sorprendentemente, casi todos los pacientes que días atrás habían solicitado sus servicios habían anulado ahora sus citas. Quien sí pasó por su consulta fue Becky Driscoll, una antigua novia del doctor que había regresado al pueblo tras un divorcio y 5 años el Londres. La joven explicó a Miles que su prima Wilma insistía en que su padre (el tío de Becky) no era en realidad su padre, sino un impostor idéntico al auténtico.

Tras reconocer a Jimmy, a quien su abuela llevó a su consulta porque el niño insistía en que su madre no era su madre, el Dr. Bennell visitó al tío de Becky, Ira. Aunque aparentemente era el mismo de siempre Wilma se mantuvo en su postura. La apariencia y los recuerdos de su padre eran los mismos de siempre, pero sus emociones parecían haber desaparecido. Miles comentó entonces el caso con el Dr. Kauffmann, un psiquiatra amigo suyo, quien le sorprendió al revelarle que durante su ausencia la extraña neurosis se había convertido en una especie de epidemia en el pueblo: esa obsesión que hacía dudar de la identidad de familiares y amigos afectaba ya a muchos vecinos.

Esa misma noche, mientras se disponía a cenar con Becky, Miles recibió una llamada urgente de su amigo Jack. Una vez en su casa éste le mostró algo que, a pesar de parecer un cuerpo humano, no era exactamente un cadáver: carecía de señales que pudieran justificar su muerte; sus rasgos estaban difuminados; carecía de huellas dactilares; y, lo que resultaba aún más inquietante, su estructura física coincidía con la de Jack.

Los dos amigos, junto con Becky y Teddy, la mujer de Jack, decidieron no llamar a la policía por el momento, y mantenerse a la espera de que se produjera algún cambio en el extraño cuerpo. El doctor llevó entonces a Becky a casa, donde ambos se sorprendieron al encontrar levantado a esas horas al Sr. Driscoll, quien en aquel momento subía del sótano.

Horas después Jack y Teddy llegaron aterrados a casa de Miles. Le explicaron que cuando se durmieron el "cadáver" había abierto los ojos, apareciendo poco después en su mano una herida idéntica a la que Jack se había hecho poco antes: todo indicaba que el cuerpo que yacía tendido en su casa estaba adoptando la apariencia de su anfitrión.

Miles telefoneó entonces a Kauffmann para que acudiera a su casa, y mientras esperaba la llegada de su colega fue a casa de Becky a comprobar que se encontraba bien. Una vez allí, obedeciendo a algún extraño presentimiento, decidió no llamar a la puerta y entrar por la ventana del sótano, donde descubrió otro cuerpo, esta vez idéntico al de Becky. Inmediatamente sacó a la mujer de la casa y la llevó a la suya.

Poco después los cuatro amigos, a quienes ya se les había unido el Dr. Kauffmann, descubrieron que tanto el doble de Jack como el de Becky habían desaparecido. El psiquiatra mostró su escepticismo acerca del relato, y dio a todo el asunto una explicación racional. Además, la policía les informó de que un cadáver que se correspondía con la descripción del de la casa de Jack había aparecido en un granero incendiado. Aunque en absoluto convencidos por tales argumentos, los cuatro amigos decidieron concederse un descanso, marchándose todos a dormir a casa de Miles.

La noche siguiente, mientras preparaban una barbacoa, un desconcertado Miles explicó a sus tres amigos cómo Wilma le había asegurado por la mañana que había superado su obsesión respecto a su padre, mientras que Jimmy aparentaba encontrarse perfectamente feliz junto a su madre. El carácter aparentemente tranquilizador de estas noticias pronto se puso en cuestión ante un descubrimiento horrible: en un invernadero a pocos metros de ellos se estaban formando unos cuerpos idénticos a los suyos a partir de unas enormes y extrañas vainas. Miles y los demás comprendieron entonces que tales duplicados sustituían a las personas originales aprovechando el momento en el que éstas se dormían.

Tras destruir las réplicas (sigue narrando Miles en la comisaría), trataron de conectar con el FBI, pero las extrañas criaturas ya se habían hecho con el control de las líneas telefónicas, por lo que decidieron que Jack y Teddy fueran a buscar ayuda al pueblo vecino, mientras que Miles y Becky se dirigirían a refugiarse a casa de Sally.

Comprendiendo que no podían fiarse de nadie (sobre todo tras destruir dos nuevas vainas colocadas en el maletero de su coche por el empleado de una gasolinera), se acercaron sigilosamente a la casa de la enfermera. A través de la ventana pudieron observar a un grupo de vecinos allí reunidos alrededor de una vaina que se disponían a colocar en la habitación de la hija de Sally, con el consentimiento de la propia madre.

Becky y Miles fueron entonces descubiertos y todo el pueblo, que al parecer ya había sido sustituido por los terroríficos e inhumanos duplicados, se lanzó en su persecución. La pareja se refugió entonces en la consulta del Dr. Bennell, donde tomaron unas píldoras para evitar ser vencidos por el sueño mientras esperaban a que Jack regresara con ayuda. Pero el tiempo pasaba y la caballería no acababa de llegar, y desde la ventana observaron cómo cientos de vainas eran repartidas entre los habitantes de pueblos vecinos: la invasión trataba de extenderse.

Finalmente horas después apareció Jack. Pero la alegría de Miles y Becky se desmoronó cuando descubrieron que su amigo había sido "sustituido", y que le acompañaban Kauffmann y otros vecinos, todos ellos dobles deshumanizados, quienes llevaban sendas vainas destinadas para el Dr. Bennell y su amiga. Kauffmann trató de hacer ver a su colega el interés científico del asunto, explicándole que las vainas eran el fruto de unas semillas extraterrestres que vagaban por el espacio y echó raíces en un campo cercano. El psiquiatra aseguró que el proceso no era doloroso, y que en cuanto sus cuerpos fueran sustituidos ya no experimentarían molestos sentimientos como la ambición, la fe, o el amor.

Pero la pareja seguía negándose a transformarse en seres sin alma, consiguiendo huir tras inyectar unos somníferos a sus captores. Su objetivo era llegar a la autopista y tratar de detener algún vehículo que pudiera sacarles de allí. Comprendieron que su única oportunidad de escapar consistía en aparentar frialdad, ausencia de emociones, como si el cambio ya se hubiera producido, con el fin de no despertar sospechas entre sus vecinos. Pero una vez en la calle Becky no pudo contener un grito al ver que un perro estaba a punto de ser atropellado. Esto les delató, y la multitud se lanzó de nuevo en su persecución.

Agotados por tensión y la falta de sueño la pareja huyó entonces hacia las montañas, escondiéndose en una mina abandonada donde pudieron despistar a sus perseguidores. Allí pasaron varias horas, y antes de decidirse a abandonar su refugio Miles salió a explorar los alrededores tras dejar a Becky oculta y a salvo. El doctor descubrió entonces que en una granja cercana se estaban produciendo miles de vainas, las cuales se cargaban en camiones, listas para su exportación. Cuando Bennell volvió junto a su compañera presenció horrorizado como la mujer, vencida por el cansancio, no pudo evitar dormirse durante unos instantes: el ser que instantes después abrió los ojos, unos ojos fríos e inhumanos. Ya no era Becky. El cambio se había producido.

Desesperado, y perseguido también por su antigua novia, Miles consiguió llegar a la autopista. Pero sus intentos de detener algún vehículo no tuvieron éxito, por lo que se subió al remolque de un camión que se dirigía a Los Ángeles. Un camión que transportaba una terrible carga: cientos de vainas extraterrestres.

El flash-back termina con un Dr. Bennell a punto de enloquecer, convencido de que la invasión alienígena se extiende por la ciudad. El psiquiatra de la policía, en cambio, no cree ni una palabra del relato, y cuando se dispone a prescribir el tratamiento que cree necesitar Miles, ingresan en urgencias a un hombre que ha sido atropellado por un vehículo procedente de Santa Mira. Los enfermeros comentan que han tenido que sacar al herido de debajo de unas extrañas vainas.

Ahora la policía no tiene más remedio que tomar en serio el testimonio del Dr. Bennell, por lo que inmediatamente se dan las órdenes pertinentes para detener la invasión.



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Martes, 13 de Julio, 2004

Freaks, la parada de los monstruos

(Freaks, 1932. Tod Browning)

Estamos en un circo. Mejor dicho, nos encontramos en su trastienda, en el lugar en el que los integrantes del circo colocan sus caravanas, preparan sus números, realizan sus tareas cotidianas, se relacionan, etc. Artistas, trapecistas, payasos, animales y personas con diferentes malformaciones forman la fauna de este variopinto circo. En él, Hans (un enano) es seducido por Cleopatra (una acróbata), quien a su vez es amante de Hércules (el forzudo). Estos dos últimos buscan quedarse con la fortuna de Hans pero la intervención de los "monstruos" del circo (los deformes, los freaks) otorgará un nuevo giro a la historia.

«No hay excusa para esta película. Su producción ha requerido una mente débil, y su contemplación requiere un estómago fuerte. El motivo por el cual ha sido realizado es ganar dinero» (1). Escritos como éste (extraído de un artículo publicado el 8 de agosto de 1932 en el diario Kansas City Star) se prodigaron en la prensa de la época tras el estreno de Freaks. Poco después, y tras una amplia movilización social, la exhibición del film de Tod Browning fue prohibida en los Estados Unidos, tras haber intentado salvarlo aligerando su metraje. En Europa, la película corrió la misma suerte. Financieramente hablando, Freaks fue un fiasco total. Acabó por recaudar 164.000 dólares, cuando el coste total de la producción había sido de 316.000. Tod Browning, que había debutado en la dirección en 1915 y que llevaba más de cuarenta films a sus espaldas, sólo rodaría cuatro películas más en los siete años posteriores. No fue hasta 1962, con motivo de una retrospectiva que la Mostra de Venecia dedicó a los inicios del cine sonoro en Estados Unidos, que la cinefilia se hizo eco de la grandiosidad del film. Parece ser que el film rodado por Browning era, originariamente, mucho más cruel y tierno a la vez. No obstante, eso no fue un inconveniente para convertir a Freaks en una obra de referencia indiscutible. Vista hoy en día, la película todavía mantiene un halo de extraña poesía y de enfermizo magnetismo; no obstante, resulta difícil ponerse en la piel de aquellos que pudieron ver el film en 1932 y compartir su reacción ante el mismo. De film maldito a obra de culto, pero... ¿qué poseía el film para marcar de tal manera al director cuando tan sólo un año antes había conseguido un éxito importantísimo con el Drácula que encarnó Bela Lugosi?. Y sobre todo, ¿qué vieron en Freaks los coetáneos de Browning?, ¿porqué molestó tanto?, ¿qué pudo violentarlos de esa manera?.

Antes de contestar a estas preguntas, creo que es conveniente bucear un poco en la atormentada vida de su creador. Freaks es un film muy personal y, como suele suceder en este tipo de películas, caminando por la vida de su creador encontraremos pasajes que nos llevarán directamente a la historia que nos cuenta. Por favor, pasen y vean.

Charles Albert Browning nació en Louisville (Kentucky) entre 1880 y 1882. La fecha concreta no está muy clara y sus biógrafos no han logrado un acuerdo en este punto. Miembro de una familia sureña fiel al espíritu de la confederación, abandonó el hogar a los dieciséis años para enrolarse en una compañía de circo. Fue allí donde le rebautizaron con el nombre de Tod, que significa "zorro" o "embaucador" en inglés y "muerte" en alemán. Realizó diversas labores (presentador y voceador de las atracciones de criaturas deformes, payaso, contorsionista, mago).

En 1906, se casó con Amy Louise Stevens. El matrimonio fue un total fiasco y pronto se pudo a ver a Browning trabajando en las compañías de circo. Para poder subsistir, trabajaba también como actor de vodevíl y en espectáculos de claqué hasta que en 1913 fue contratado por la productora Biograph para trabajar como actor en unas comedias cortas.

Poco a poco, fue haciendo carrera dentro del cine. Pocas películas se conservan de esa época. Entre 1914 y 1915 realizó una cincuentena de films burlescos de un rollo de duración. Es en este momento cuando conoce a David Wark Griffith. Browning trabajará como ayudante de Griffith en el episodio contemporáneo de Intolerancia (Intolerance, 1916), interpretando también un pequeño papel. El primer paso en la dirección cinematográfica ya estaba dado. A partir de aquí, Browning fue contratado para la realización de films de dos rollos.

El 16 de junio de 1916, truncó su carrera durante un breve período de tiempo. Tuvo un accidente automovilístico al empotrar su coche contra un vagón de tren lleno de raíles. Además de la muerte de uno de sus amigos (hecho que le torturó durante el resto de su vida), el resultado del accidente fue fue traumática ya que perdió casi todos sus dientes (tuvo que dejarse crecer el bigote para ocultar una gran cicatriz) y ganó una cojera para el resto de sus días.

En 1918 realizó su primer largometraje, Jim Bludso, producido por Triangle, la productora de Griffith. Pasó después a la Universal (de donde fue despedido por desavenencias con sus directivos), y de allí a la Metro Goldwyn Mayer (donde no mantuvo mejores relaciones con sus mandamases), iniciando una extensa colaboración con el actor de los mil rostros, Lon Chaney, con quién Browning realizó lo más representativo de su filmografía.

Hasta aquí nada muy diferente a la mayoría de pioneros del cine que iniciaron su bautizo en el mundo del cine en aquella época. Sin embargo, fuera de los platós, Tod Browning era un hombre alcoholizado, misterioso (muy poca gente sabía a qué se dedicaba cuando finalizaba su jornada laboral), seguidor de las ciencias ocultas y practicante de misas negras y sesiones espiritistas, asiduo a las fiestas más salvajes de Hollywood... Incluso llegó a mantener una relación que escandalizó a la sociedad de la época con la niña Anna May Wong (que después sería la compañera de reparto de Douglas Fairbanks en El ladrón de Bagdad (The thief of Bagdad, Raoul Walsh, 1924) y provocó su segundo divorcio. Tras la muerte en 1944 de su esposa Alice, Browning prácticamente se clausuró en su casa de Malibú. Murió en la madrugada del 6 de octubre de 1962, víctima de un cáncer de laringe, igual que su amigo y actor prediclecto Lon Chaney. Su última película la había dirigido veintitrés años antes. Enigmático, marginal y autodestructivo; Tod Browning, una de las figuras más atrayentes de la historia del cine.


La gestación del guión duró cinco meses, y por ella pasaron otros tantos guionistas además del propio Tod Browning. Irving Thalberg, personaje que tiene una especial importancia en el trabajo de Browning ya que confió en él en sus peores momentos y produjo la parte más representativa de su filmografía, acogió en la Metro Goldwyn Mayer tras la ruptura del director con la Columbia y supervisó personalmente el redactado del guión. La idea original era elaborar un film que siguiera la estela de éxitos del terror recientes como El Dr. Frankenstein (Frankenstein, James Whale, 1931) o el mismo Drácula (Dracula, Tod Browning, 1931). Thalberg tuvo que sortear las presiones de los altos ejecutivos de la Metro, reticentes a financiar la película, y pronto vió que con el material que manejaba Browning no podría realizar un film de las características que pretendía la productora.

La elección del elenco de actores no supuso un gran quebradero de cabeza para Browning. Con un presupuesto muy ajustado, optó por contratar a actores de segunda fila como Leila Hyams, Wallace Ford y Henry Victor, o a una estrella que ya estaba en el ocaso de su carrera como Olga Baclanova. Para la elección de los freaks, el director de cásting recorrió durante varias semanas varias ciudades del este de Estados Unidos, realizando fotografías que enviaba a Browning para que él seleccionase a los elegidos.

La filmación de Freaks se realizó entre los meses de octubre y diciembre de 1931. No hubo problemas de relación entre los miembros del reparto pero sí con los técnicos y empleados del estudio que se negaban a convivir con los freaks. Finalmente, las criaturas tuvieron que instalarse en unos apartamentos separados del resto de miembros del rodaje.

Vista hoy en día, la película resulta de un clasicismo aplastante. Rodada con sencillez (la cámara apenas se mueve y cuando lo hace es para remarcar alguna emoción o para explicarnos sutilmente la relación que sustenta a los personajes), Browning plantea un cuento de terror moral en una atmósfera extraña pero en todo momento realista. Tal y como sucedió en el mismo rodaje, los freaks del film parecen tener un comportamiento mucho más noble que el de la sociedad que les rodea y les aparta por el simple hecho de haber sufrido alguna deformidad. No creo, tal y como comúnmente se explica, que la tesis de la película recaiga en hacernos ver la maldad que puede encerrar la normalidad y, en contraposición, la candidez que podemos encontrar en la anormalidad. Más bien, pienso que el microcosmos del circo simboliza a la sociedad. Una sociedad que marca sus propias reglas y leyes y rechaza a todo aquel que no que se diferencia del gran grupo. Evidentemente, Browning toma partido por el diferente, por el humillado, por aquel que es oprimido y despreciado. Los freaks no están exentos de humanidad; y como humanos, aman, envidian, odian, ríen... En este sentido, el acto de violencia que los freaks emprenden contra Hércules y Cleopatra no es un acto de crueldad sino de venganza justiciera. Una justicia diferente a la de la mayoría quizás, pero generada por su prejuicio y rechazo.

La película, además, comienza tal y como acaba. Un voceador anuncia a un fenómeno ante reacciones atónitas de miedo de los que allí concurren. Una historia contada en flashback, nos explicará como Cleopatra pasa de ejemplo de belleza a atracción repulsiva de barraca. Nada ha cambiado, ahora la guapa trapecista es una freak más, y como tal sufrirá el desprecio de aquellos que se consideran normales.

La primera parte del film, nos muestra la cotidianidad de las gentes del circo. Nos presenta la historia central entre Hans y Cleopatra y una serie de pequeñas historias como el amorío entre el payaso y otra chica o la de las hermanas siamesas y sus pretendientes. También podemos ver varias escenas, como por ejemplo la del paseo de los niños por el campo, que destilan una extraña poesía. Un lirismo, que como en toda la película, reposa más en la esencia de lo narrado, en el contraste entre lo bello y lo monstruoso, que en la construcción plástica (excelente de todos modos) que propone Browning. Por supuesto, no faltan los desplantes a los freaks, sugiriendo ya el enfrentamiento entre normalidad y anormalidad. Melodrama salpicado de comedia que sirve para colocar a todos en su lugar, no sólo se trata de humanizar a los freaks y realizar la acción opuesta con el resto de personajes, sino que dibuja claramente la dificultad de unir ambos universos (la escena de la boda es clave en este sentido).

En la segunda parte llega el terror, llega la tragedia vestida de pesadilla. No se trata de un horror fantástico sino que Browning lo extrae directamente de la realidad, sin ambajes ni fantasías. En Freaks no hay trucos de maquillaje ni efectos especiales, Browning nos muestra a los monstruos tal y como son.

La violencia que se ha ido generando en las sombras aflora de manera desbocada. No es una violencia catártica pues al final los dos mundos permanecerán separados. Es precisamente aquí donde la labor de Browning adquiere su mayor fuerza. En la primera parte del film, el director muestra con frialdad las vejaciones por las que pasan los freaks, estableciendo así con el espectador un cierto grado de sintonía e identificación. En el desenlace, los freaks son filmados a su altura. Viendo la escena del ataque de los freaks a Hércules y Cleopatra, casi podemos sentir el lodo por el que se deslizan o mojarnos con la lluvia que les empapa. La estrategia fílmica de Tod Browning deviene, de esta forma, en compromiso. El solitario, el amante de lo oculto y rechazado por muchos de sus compañeros, nos hace sentir por unos instantes parte integrante de ese mundo extraño. Sin duda, fue esto lo que los coetáneos de Tod Browning no pudieron soportar. El terror en el estado más puro, el miedo a lo desconocido, a dejar nuestras placenteras vidas para ser aquello que rechazamos.



Escrito por ReJeCt a las 00:59 | Comentarios (8)