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13 de Octubre 2004

La invasión de los ladrones de cuerpos

(Invasion of the body snatchers, 1955. Don Siegel)


Un psiquiatra es requerido una noche por la policía para que atienda a un tipo aparentemente desequilibrado y muy exaltado a quien han detenido. El individuo, el Dr. Miles Bennell, cuenta a su colega un increíble relato al que asistimos por medio de un flash-back.

La semana anterior, explica Bennell, se encontraba asistiendo a un congreso de medicina cuando una llamada urgente de su enfermera Sally le obligó a regresar a su pueblo, Santa Mira: al parecer varios vecinos se habían puesto enfermos de repente y sufrían una extraña dolencia que no sabían explicar.

Cuando llegó a su consulta (tras haber estado a punto de atropellar a Jimmy, un joven del lugar que huía de su madre porque, según ella, no quería ir al colegio) Miles descubrió que, sorprendentemente, casi todos los pacientes que días atrás habían solicitado sus servicios habían anulado ahora sus citas. Quien sí pasó por su consulta fue Becky Driscoll, una antigua novia del doctor que había regresado al pueblo tras un divorcio y 5 años el Londres. La joven explicó a Miles que su prima Wilma insistía en que su padre (el tío de Becky) no era en realidad su padre, sino un impostor idéntico al auténtico.

Tras reconocer a Jimmy, a quien su abuela llevó a su consulta porque el niño insistía en que su madre no era su madre, el Dr. Bennell visitó al tío de Becky, Ira. Aunque aparentemente era el mismo de siempre Wilma se mantuvo en su postura. La apariencia y los recuerdos de su padre eran los mismos de siempre, pero sus emociones parecían haber desaparecido. Miles comentó entonces el caso con el Dr. Kauffmann, un psiquiatra amigo suyo, quien le sorprendió al revelarle que durante su ausencia la extraña neurosis se había convertido en una especie de epidemia en el pueblo: esa obsesión que hacía dudar de la identidad de familiares y amigos afectaba ya a muchos vecinos.

Esa misma noche, mientras se disponía a cenar con Becky, Miles recibió una llamada urgente de su amigo Jack. Una vez en su casa éste le mostró algo que, a pesar de parecer un cuerpo humano, no era exactamente un cadáver: carecía de señales que pudieran justificar su muerte; sus rasgos estaban difuminados; carecía de huellas dactilares; y, lo que resultaba aún más inquietante, su estructura física coincidía con la de Jack.

Los dos amigos, junto con Becky y Teddy, la mujer de Jack, decidieron no llamar a la policía por el momento, y mantenerse a la espera de que se produjera algún cambio en el extraño cuerpo. El doctor llevó entonces a Becky a casa, donde ambos se sorprendieron al encontrar levantado a esas horas al Sr. Driscoll, quien en aquel momento subía del sótano.

Horas después Jack y Teddy llegaron aterrados a casa de Miles. Le explicaron que cuando se durmieron el "cadáver" había abierto los ojos, apareciendo poco después en su mano una herida idéntica a la que Jack se había hecho poco antes: todo indicaba que el cuerpo que yacía tendido en su casa estaba adoptando la apariencia de su anfitrión.

Miles telefoneó entonces a Kauffmann para que acudiera a su casa, y mientras esperaba la llegada de su colega fue a casa de Becky a comprobar que se encontraba bien. Una vez allí, obedeciendo a algún extraño presentimiento, decidió no llamar a la puerta y entrar por la ventana del sótano, donde descubrió otro cuerpo, esta vez idéntico al de Becky. Inmediatamente sacó a la mujer de la casa y la llevó a la suya.

Poco después los cuatro amigos, a quienes ya se les había unido el Dr. Kauffmann, descubrieron que tanto el doble de Jack como el de Becky habían desaparecido. El psiquiatra mostró su escepticismo acerca del relato, y dio a todo el asunto una explicación racional. Además, la policía les informó de que un cadáver que se correspondía con la descripción del de la casa de Jack había aparecido en un granero incendiado. Aunque en absoluto convencidos por tales argumentos, los cuatro amigos decidieron concederse un descanso, marchándose todos a dormir a casa de Miles.

La noche siguiente, mientras preparaban una barbacoa, un desconcertado Miles explicó a sus tres amigos cómo Wilma le había asegurado por la mañana que había superado su obsesión respecto a su padre, mientras que Jimmy aparentaba encontrarse perfectamente feliz junto a su madre. El carácter aparentemente tranquilizador de estas noticias pronto se puso en cuestión ante un descubrimiento horrible: en un invernadero a pocos metros de ellos se estaban formando unos cuerpos idénticos a los suyos a partir de unas enormes y extrañas vainas. Miles y los demás comprendieron entonces que tales duplicados sustituían a las personas originales aprovechando el momento en el que éstas se dormían.

Tras destruir las réplicas (sigue narrando Miles en la comisaría), trataron de conectar con el FBI, pero las extrañas criaturas ya se habían hecho con el control de las líneas telefónicas, por lo que decidieron que Jack y Teddy fueran a buscar ayuda al pueblo vecino, mientras que Miles y Becky se dirigirían a refugiarse a casa de Sally.

Comprendiendo que no podían fiarse de nadie (sobre todo tras destruir dos nuevas vainas colocadas en el maletero de su coche por el empleado de una gasolinera), se acercaron sigilosamente a la casa de la enfermera. A través de la ventana pudieron observar a un grupo de vecinos allí reunidos alrededor de una vaina que se disponían a colocar en la habitación de la hija de Sally, con el consentimiento de la propia madre.

Becky y Miles fueron entonces descubiertos y todo el pueblo, que al parecer ya había sido sustituido por los terroríficos e inhumanos duplicados, se lanzó en su persecución. La pareja se refugió entonces en la consulta del Dr. Bennell, donde tomaron unas píldoras para evitar ser vencidos por el sueño mientras esperaban a que Jack regresara con ayuda. Pero el tiempo pasaba y la caballería no acababa de llegar, y desde la ventana observaron cómo cientos de vainas eran repartidas entre los habitantes de pueblos vecinos: la invasión trataba de extenderse.

Finalmente horas después apareció Jack. Pero la alegría de Miles y Becky se desmoronó cuando descubrieron que su amigo había sido "sustituido", y que le acompañaban Kauffmann y otros vecinos, todos ellos dobles deshumanizados, quienes llevaban sendas vainas destinadas para el Dr. Bennell y su amiga. Kauffmann trató de hacer ver a su colega el interés científico del asunto, explicándole que las vainas eran el fruto de unas semillas extraterrestres que vagaban por el espacio y echó raíces en un campo cercano. El psiquiatra aseguró que el proceso no era doloroso, y que en cuanto sus cuerpos fueran sustituidos ya no experimentarían molestos sentimientos como la ambición, la fe, o el amor.

Pero la pareja seguía negándose a transformarse en seres sin alma, consiguiendo huir tras inyectar unos somníferos a sus captores. Su objetivo era llegar a la autopista y tratar de detener algún vehículo que pudiera sacarles de allí. Comprendieron que su única oportunidad de escapar consistía en aparentar frialdad, ausencia de emociones, como si el cambio ya se hubiera producido, con el fin de no despertar sospechas entre sus vecinos. Pero una vez en la calle Becky no pudo contener un grito al ver que un perro estaba a punto de ser atropellado. Esto les delató, y la multitud se lanzó de nuevo en su persecución.

Agotados por tensión y la falta de sueño la pareja huyó entonces hacia las montañas, escondiéndose en una mina abandonada donde pudieron despistar a sus perseguidores. Allí pasaron varias horas, y antes de decidirse a abandonar su refugio Miles salió a explorar los alrededores tras dejar a Becky oculta y a salvo. El doctor descubrió entonces que en una granja cercana se estaban produciendo miles de vainas, las cuales se cargaban en camiones, listas para su exportación. Cuando Bennell volvió junto a su compañera presenció horrorizado como la mujer, vencida por el cansancio, no pudo evitar dormirse durante unos instantes: el ser que instantes después abrió los ojos, unos ojos fríos e inhumanos. Ya no era Becky. El cambio se había producido.

Desesperado, y perseguido también por su antigua novia, Miles consiguió llegar a la autopista. Pero sus intentos de detener algún vehículo no tuvieron éxito, por lo que se subió al remolque de un camión que se dirigía a Los Ángeles. Un camión que transportaba una terrible carga: cientos de vainas extraterrestres.

El flash-back termina con un Dr. Bennell a punto de enloquecer, convencido de que la invasión alienígena se extiende por la ciudad. El psiquiatra de la policía, en cambio, no cree ni una palabra del relato, y cuando se dispone a prescribir el tratamiento que cree necesitar Miles, ingresan en urgencias a un hombre que ha sido atropellado por un vehículo procedente de Santa Mira. Los enfermeros comentan que han tenido que sacar al herido de debajo de unas extrañas vainas.

Ahora la policía no tiene más remedio que tomar en serio el testimonio del Dr. Bennell, por lo que inmediatamente se dan las órdenes pertinentes para detener la invasión.



Escrito por ReJeCt en 13 de Octubre 2004 a las 02:15 AM
Comentarios

a mi esta película me dejó con los ojos abiertos varias noches, además, como era un niño muy susceptible, me negué a comer judias verdes por el resto de mis dias!!... Ciertamente es una de mis preferidas, incluida la versión de los 70, cuyo final es más catastrófico. Recuerdo también de la misma época una titulada EL SILbIDO DE LA MUERTE, que iba sobre un científico que experimentaba en sus ayudantes los efectos de las serpientes...
Besos de oscuras historias y plantas que quitan las penas

Escrito por lobo en 13 de Octubre 2004 a las 10:02 PM
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