Maruja Mallo, transgresora y mujer en el 1927
Con veinte años se inscribe, junto con su hermano Cristino, en la Escuela de Bellas Artes de la Academia de San Fernando, donde estudió hasta 1926. En la década de los años 20, Maruja trabajó en La gaceta literaria, en donde tuvo una muy mala relación con su director, un reconocido misógino que no alentó ni valoró su trabajo, convencido de que era "una mujer del montón". Lejos de desalentarla, siguió buscando trabajo como dibujante en revistas y diarios. Ilustró varios números de El almanaque literario, Revista de Occidente y Revista de avance, entre otros, además de realizar portadas de varios libros. En 1928 expone por primera vez en los salones de la Revista de Occidente. Exhibió diez óleos que representaban poblados llenos de sol, toreros y Manolas, así como estampas coloreadas de, maquinaria, deportes y cine de principios de siglo. La exposición fue todo un acontecimiento cultural en Madrid, y también punto de partida para que Maruja fuera juzgada por su obra y no por su condición femenina. Poco después, participó en la Exposición de Arquitectura y Pintura Moderna, celebrada en San Sebastián; en 1930 ilustró junto con Dalí y Ángeles Santos artículos para El Robinson. Un año más tarde se hizo merecedora de una beca para ir a París a ampliar sus estudios, y fue ahí donde Maruja se inició en su etapa surrealista. Conoció a André Breton, Paul Elúard, René Magritte, entre otros representantes de esta corriente. Su pintura cambió radicalmente y alcanzó la maestría, tanto que el mismo Breton le compró en 1932 el cuadro titulado Espantapájaros, obra poblada de espectros que hoy es considerada una de las grandes obras del surrealismo. Esta obra pertenecía a una serie de pinturas tituladas Cloacas y Campanarios. La pintura de esta etapa es desgarradora y tremendista, actitud que fue suavizando con el paso del tiempo. En Argentina recibe un rápido reconocimiento, colabora en la famosa revista de vanguardia "Sur", en la que también participaba Borges. Es una etapa de su vida en la que se dedica a viajar, vive entre Uruguay y Buenos Aires, y a diseñar, pintar, en definitiva a crear y crear. También se suceden las exposiciones, París, Brasil y Nueva York. Esta nueva etapa, a la que los expertos han llamado "cósmica", se dedica a recrear la naturaleza sudamericana. Entre las obras más importantes de este periodo destacan: Agol (1969), Geonauta (1975) y Selvatro (1979). Laura Brasstein Martín
En Madrid pronto se relacionó con jóvenes escritores y pintores como María Zambrano, Concha Meléndez, Salvador Dalí, Federico García Lorca o Alberti, con el que mantiene una relación hasta que este conoce a Teresa León.
Regresó a Madrid y participó activamente en la Sociedad de Artistas Ibéricos. Para entonces había adquirido tal notoriedad que el gobierno francés compró uno de sus cuadros para exponerlo en el Museo Nacional de Arte Moderno.
De 1936 data su periodo "constructivo", durante el cual pintó elementos naturales como frutas, minerales, fósiles, y expuso con los pintores surrealistas (entre ellos Remedios Varo) en Londres y Barcelona.
En ese mismo año, la Guerra Civil Española la sorprende en Galicia, donde permanece unos meses, de allí, huyó a Portugal. Toda su obra cerámica de esta época es destruida en la Guerra. Poco tiempo después, su amiga Gabriela Mistral, embajadora de Chile, la ayudó a trasladarse a Buenos Aires, donde siguió pintando, dando clases y cultivando amistades. Conoce a Pablo Neruda quien le presentó a Miguel Hernández, con el que la unió una sólida amistad.
A los treinta y siete años publicó el libro Lo popular en la plástica española a través de mi obra (1939), y empezó a pintar especialmente retratos de mujeres, cuyo estilo es precursor del arte pop estadounidense.
En cuanto se instaura el peronismo en Argentina, Maruja deja el país y se traslada a Nueva York, para regresar a España en 1965, tras veinticinco años de exilio.
La que fuera una de las grandes figuras del surrealismo de preguerra es casi una desconocida en su tierra. Pero no le importa, se instala en la calle Núñez Balboa de Madrid, y casi como un símbolo dibuja de nuevo la portada de la "Revista de Occidente". En 1979, comienza su última etapa pictórica con Los Moradores del vacío, tenía ya setenta y siete años, pero aún conserva esa frescura y vitalidad que la acompañarán durante toda su vida. En la década de los 90 le ofrecieron varias exposiciones y premios, como la Medalla al Mérito en las Bellas Artes y el Premio de Artes Plásticas de Madrid.
A pesar de todo, Maruja Mallo no es una pintora suficientemente recordada y reconocida como una artista que creó un estilo propio, e influyó en la pintura actual y de vanguardia. El 6 de febrero de 1995, murió a los noventa y tres años en Madrid.
Y miro,
Grito,
y se que no me oireis,
pero grito,
aunque me olvideis.
pero no veo nada,
y aunque miro,
oigo,escucho y veo...
no siento nada.
La más importante de sus obras es, sin duda, La Venus de las pieles. En ella se narra la hisoria de un tal Severin, que se define a sí mismo como "hipersensual" y que pide a una mujer llamada Wanda que le permita ser su esclavo. Pero, ¿qué es un hipersensual para Masoch? Es un ser extremadamente intelectual, que se ha apartado hasta tal punto del mundo de los sentidos que es incapaz de dejarse llevar por ellos y por las sensaciones naturales que le ofrecen. Mire donde mire, sólo ve ideas, conceptos y razonamientos. En el lado opuesto están las culturas mediterráneas (griegos y romanos), quizás menos decentes y con una moral más relajada, pero más capaces de disfrutar de una manera natural, de ser felices y de vivir en un mundo real. El hombre nórdico, por el contrario, vive siempre en un mundo de sombras. Se encierra en su casa, lee a Hegel y se entrega a profundas meditaciones.
Pero estas meditaciones, por muy morales que sean, por mucho que le permitan progresar en ciertos aspectos, le apartan de la realidad y forzosamente le convierten en un ser extraño y retorcido; un ser que realmente se emociona, por ejemplo, al leer una descripción de la Primavera, pero que, cuando ésta llega, no oye el canto de los pájaros ni aparta su mirada de los libros para dirigirla a las flores; un hombre que escribe excelentes poesías a su amada y que siente por ella el afecto más puro y sublime que pueda imaginarse, pero que es incapaz de besarla cuando la tiene delante, o saldría corriendo si ésta se desnudase delante suyo, o se insinuase de una manera demasiado atrevida. Esta concepción de la mentalidad nórdica puede leerse en las palabras que pronuncia la diosa Venus al principio de la obra:
A vosotros los modernos, a vosotros los hijos de la reflexión, os incomoda el amor entendido como goce supremo, os incomoda la divina jovialidad. Ese amor os trae desgracias. Os hacéis vulgares en cuanto quereis mostraros naturales. La naturaleza se os presenta como algo hostil; a los risueños dioses de Grecia nos habéis convertido en diablos y a mi, como a todas las diosas, me habéis transformado en una diablesa.Lo único que sabéis hacer es, o bien desterrarme y maldecirme o bien inmolaros como víctimas ante mi altar, poseídos por una locura propia de bacantes; y si uno de vosotros ha tenido alguna vez la osadía de besar mis rojos labios, peregrina descalzo y con hábito de penitente a Roma y aguarda con paciencia que florezca su seco bastón, mientras bajo mis pies brotan a todas horas rosas, violetas y mirtos, cuyo perfume no percibís.
Existe una cierta relación, creo yo, entre La Venus de las pieles y el Werther de Goethe. De hecho, la actitud de Werther también es un tanto hipersensual, y yo casi me atrevería a decir que quien sea un Werther, está a un paso de ser un Severin. La manía de dejar a un lado los goces sensuales para reducirlo todo a una idealizacón del ser amado, a una especie de amor intelectual, es algo que, por muy virtuoso que pueda parecer a primera vista, sólo puede acabar conduciendo a las más extrañas aberraciones o a actitudes estúpidas y ridículas. De hecho, La Venus de las pieles, constituye justamente una crítica contra estas actitudes. Al final, el pobre Severin, escarmentado de los sufrimientos recibidos de la manos de Wanda, decide vivir con una joven virtuosa a la que trata sin miramentos, a pesar de que es bien sabido, sin embargo, que el propio Masoch era aficionado a este tipo de tratos.
Pero a la hora de comparar a Masoch con el marqués de Sade, se hace casi imposible ignorar la enorme distancia que los separa. La obra del primero es curiosa e interesante, y no se le pueden dejar de reconocer ciertos méritos, pero no vemos en ella, ni remotamente, la increíble altura de miras desde la que Sade observaba los pequeños prejuicios y las pequeñas normas morales de la humanidad. El mismo Severin reconoce continuamente ser un diletante, y no parece tampoco que Masoch pretendiese reflejar la grandeza y la fuerza de carácter en los personajes de sus obras, al menos en los masculinos.
Respecto al tratamiento del masoquismo, propiamente dicho, es interesante observar que los dos autores lo tratan desde perspectivas muy distintas, hasta el punto de que casi podríamos hablar de dos masoquismos. El de Masoch es en realidad una relación de dominación-sumisión, mientras que el de Sade es un placer surgido de la humillación y del propio dolor físico. Severin no disfruta de los latigazos como tales; lo centra todo en su ama, a la que ve continuamente como una diosa. Si le produce placer ser maltratado por ella es más que nada porque ello constituye una prueba de amor supremo, de entrega total. El masoquismo de Masoch es una especie de amor enfermizo que va más allá de la entrega habitual de los enamorados y llega a la esclavitud. Pero en el fondo, el esclavo sigue deseando a la mujer adorada y disfrutaría también si ella le amara dulcemente. Únicamene ocurre que la sumisión, al ser una situación más fuerte, le resulta más excitante.
En Sade, en cambio, el amor no pinta nada. Ya no vemos un arrebato enfermizo de un hombre excesivamente enamorado, sino la desesperación de un libertino que, tras haber agotado todos los senderos habituales del placer, busca como sea sensaciones nuevas y exitantes y, al no encontrarlas ya en lo agradable, las busca en lo desagradable. Es bien sabido lo insitente que era Sade al recalcar que nuestros placeres son independientes de los de la otra persona y que sólo debemos ocuparnos de los nuestros, ya que, desde el momento en que nos preocupamos en hacer gozar al otro, estamos disminuyendo nuestro propio goce. Nada que ver con la adoración de Severin hacia Wanda. El libertino sólo busca sensaciones: que le pinchen, que le azoten, que le golpeen, pero nada de anhelos metafísicos. En algunas ocasiones, esta tendencia aún se refina más: Sade señala que, para quien se ha sumergido en el vicio, resulta excitante que le traten como a un monstruo. El hecho mismo de ser odiado, maltratado, de sumergirse en el fango de las más despreciables bajezas resulta excitante para quien odia a la virtud. Este tipo de sensaciones es todo lo contrario de las anteriores: en lugar de gozar con el sufrimiento físico, el libertino disfruta del hecho mismo de serlo, de provocar odio y repulsión a los demás, tal y como se explica en cierto momento de Las 120 jornadas de Sodoma, en el que Durcet comienza diciendo:
"Nada más simple que amar el envilecimiento y encontrar goces en el desprecio. El que ama con ardor las cosas que deshonran descubre placer en serlo y debe empalmar cuando se le dice lo que es. La bajeza es un goce muy familiar a ciertos espíritus; uno gusta de escuchar lo que se complace en merecer, y es imposible saber hasta dónde puede llegar en esto el hombre que ya no se sonroja de nada. Es lo mismo que la historia de determinados enfermos que se complacen de su cacoquimia". "Todo esto depende del cinismo", dijo Curval sobando las nalgas de Fanchon: "¿quién no sabe que el mismo castigo produce entusiasmos? ¿Y no hemos visto ponérsela tiesa a alguien en el momento en el que se le deshonraba públicamente? Todo el mundo conoce la historia del marqués de ***, el cual, en cuanto se le comuicó la sentencia que le condenaba a ser quemado en efigie, sacó la polla de los calzones y exclamó: "¡Me cago en Dios!, he llegado al punto que quería, ya estoy cubierto de oprobio y de infamia: ¡dejadme, dejadme, tengo que correrme!". Y lo hizo en aquel mismo instante."
Viendo hasta donde llegan las atrocidades que narra Sade y comparándolas con las románticas relaciones de dominación-sumisión de Masoch, creo que es fácil darse cuenta de la enorme distancia que los separa, pero cada uno ha aportado a la Literatura aquello que conocía y que era capaz de expresar, y ambos han sabido hacerlo de tal manera que merecen nuestro reconocimiento.
(The Great Dictator, 1940. Charles Chaplin)
Durante la Primera Guerra Mundial, un anónimo combatiente de la armada de Tomania salva la vida de un oficial llamado Schultz. Pero el avión en el que huyen se estrella y, mientras Schultz resulta indemne, el soldado ingresa en un hostipal por amnesia. Allí permanecerá veinte años de su vida, ignorando por completo los cambios que se producen a su alrededor. Hynkel se convertirá en el dictador de Tomania y perseguirá despiadadamente a los judíos con la ayuda de sus dos ministros, Garbitsch y Herring. A la salida del hospital, el soldado regresa a su antigua barbería en el Ghetto, esperando encontrar todo lo que dejó veinte años atrás. Allí conocerá a Hannah, una joven de la que se enamorará. Mientras, Schultz se ha convertido en un influyente oficial del régimen y ordena a sus tropas dejar al barbero en paz. Inmediatamente, Schultz planea su fuga intentando provocar una rebelión contra el gobierno. Entonces, se refugia en el Ghetto, en casa de su amigo el barbero, pero las tropas de Hynkel queman la tienda, arrestan a los dos hombres y los internan en un campo. Prosiguiendo su plan para invadir Osterlich, Hynkel invita a palacio a Napaloni, el dictador de Bacteria y, después de varios desacuerdos cómicos, los dos hombres logran establecer una aliaza. La invasión de Osterlich es un éxito y Hannah, quién se ha refugiado en este país con sus amigos, vuelve a encontrarse otra vez más bajo la dominación del régimen de Hynkel. Mientras el dictador celebra su última conquista disfrutando de unas vacaciones en el país, Schultz y su amigo el barbero consiguen huir del campo de concentración. Por error, Hynkel será detenido por sus propias tropas y el barbero, confundido por el dictador.. Después de algunos años, la famila Chaplin confió a la Cinemateca de Bolonia la compleja y delicada misión de restaurar la obra cinematográfica de Charles Chaplin. El laboratorio Immagine Ritrovata fue, en aquellos momentos, el elegido para preparar los nuevos negativos que serían necesarios para la distribución prevista por MK2, a partir de los elementos que se enviaron a Europa en los años cincuenta después del cierre de los Estudios Chaplin. Los laboratorios Immagine Ritrovata realizaron estudios comparativos a partir de otros elementos, lo que permitió finalmente la producción para MK2 de un nuevo negativo que reproduce cuidadosamente las cualidades de la película original. La mejor fuente para la banda sonora era una mezcla de sonido final original. Con el mayor respeto hacia las características sonoras de la película, se utilizaron las técnicas numéricas con el fin de poder eliminar y reducir los daños y defectos detectados. El Gran Dictador vuelve, de esta manera, a las pantallas bajo la forma más próxima y más fiel posible a la de su calidad original. El Gran Dictador es el primer filme sonoro de Charles Chaplin. Se trata de una brillante sátira del fascismo que ataca y ridiculiza a sus dos máximos exponentes: Hitler y Mussolini, caricaturizados en la película como Hynkel y Napaloni, respectivamente. Asimismo, otras personalidades de la época tienen su correspondencia en la gran pantalla: el personae de Garbitsch es una parodia de Göebbels, Ministro de Propaganda de la Alemania Nazi -Tomania en la película-; y el personaje de Herring, lo es de Göring, quien fue mariscal del Reich y fundador de la GESTAPO durante el régimen nazi. En definitiva, toda la ambientación de la película trata de recrear el espíritu de la época, e incluso la simbología de la esvástica nacionalsocialista tiene su correlativo cinematográfico en El Gran Dictador a través del símbolo de la "doble cruz" tomaniana. La película se rodó al final de la década de los treinta y se estrenó en 1940, en pleno inicio de la Segunda Guerra Mundial. En aquellos días, aún no había comenzado el exterminio judío, y por ello el filme aún conserva un tono de comedia satírica que contrasta con la terrible tragedia que estaba a punto de desencadenarse. Estamos pues, ante una película increíblemente visionaria; tanto, que el propio Chaplin confesó años más tarde que, de haber tenido conocimiento de los crímenes que posteriormente se perpetrarían al pueblo judío, nunca hubiera realizado la película. Sin embargo, a pesar del tono cómico de la obra, Chaplin deja claramente definido su sompromiso político en la película, más que cualquier otro director de Hollywood de la época. Por aquel entonces, los Estados Unidos querían permanecer al margen del conflicto que se estaba viviendo en Europa, y por ello Chaplin tuvo problemas con su creación. Escrito por, Cine BSO
Hynkel planifica la invasión de Osterlich, país fronterizo, y cuando Schultz pone en tela de juicio esta decisión, el dictador lo condena a ingresar en un campo de concentración.
La restauración
La sátira