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Jueves, 27 de Mayo, 2004

Vlad Tepes

Sus ancestros

El Príncipe Dracula, quien gobernó las tierras que en el presente conforman el país de Rumania, nació en 1431. Su lugar de nacimiento, Transilvania, es la región que fue habitada en la antigüedad por los Daco-Romanos. Habiendo sido conquistada por Roma en los años 101 a 105 DC, los Dacios, habitantes originales, al renunciar a la lucha por las tierras, permitieron su incorporación al Imperio Romano. Así la Rumania de los tiempos fue testigo de una inmigración masiva desde todos los rincones del Imperio. Localizada más allá de los montes Carpatos y debido a su posición geográfica, muy cercana al Mar Negro y a las tierras de los Turcos Otomanos, Transilvania y la región entera fue vulnerable a la invasión de los infieles, quienes al conquistar estos territorios, ganaron libre acceso a la Europa Central. Entre los ancestros de Vlad, Mircea El Grande, su bisabuelo, fue famoso en la historia por sus aptitudes diplomáticas y por la conquista exitosa de nuevos territorios. Su asiento fue Valaquia, región vecina a Transilvania. Para evitar rendirse ante los turcos, Mircea el Grande firmó un tratado de alianza con Segismundo de Luxemburgo en 1935. Después del tratado, Mircea tomó parte en una cruzada conducida por Segismundo contra los otomanos. Mircea, envió a su nieto Vlad (padre de Drácula), próximo en la línea de sucesión a la corte del rey Segismundo para ser instruido en costumbres nobles desde temprana edad.
Vlad como heredero al trono de Valaquia buscó la protección de Segismundo en la defensa contra los turcos. Así, Segismundo introdujo a Vlad en la Orden del Dragón, secreta sociedad fraterna para proteger al rey alemán, su familia, defender el Imperio, propagar el Catolicismo y luchar contra los turcos. En febrero de 1431. Vlad fue hecho Caballero de la Orden del Dragón. Dentro de sus reglas, se requería el uso de dos capas: una verde, símbolo del dragón, para ser usada sobre prendas rojas que representaban la sangre de los mártires; una negra, usada sólo los viernes o durante una celebración.

Adicionalmente, cada miembro debía portar un medallón con la insignia de un dragón artísticamente creado por un maestro artesano, como símbolo de la victoria de Cristo sobre las fuerzas de la oscuridad. Cuando Vlad regresó a su país natal, fue llamado "Dracul" por la nobleza terrateniente de Valaquia, como reconocimiento a su honor como miembro de la Orden del Dragón (draco en latín). Sin embargo, la gente de Valaquia en su mayoría, desconociendo el título de caballero, y viendo a un dragón en su escudo y posteriormente en sus monedas, lo llamó "Dracul" haciendo referencia a la iconografía ortodoxa en la que se representa al Diablo como dragón. Dracula fue el nombre dado por historiadores y novelistas al hijo de Vlad ya que en rumano en sufijo "a" significa "hijo de". La familia entera de Vlad fue conocida como Dracul. Tan pronto como Vlad fue hecho caballero de la Orden del Dragón, fue declarado Príncipe de Valaquia. Sin embargo, no pudo tomar el trono en seguida puesto que su medio-hermano Alexandru Aldea había tomado posesión durante su etapa de educación en la corte de Segismundo. El Emperador nombró a Vlad como gobernador militar de Transilvania, con la tarea de proteger sus fronteras. Vlad decidió establecer su ejército en la fortaleza de Sighisoara debido a su posición central y estratégica. Vlad Dracul engendró tres hijos legítimos: el segundo hijo también fue llamado Vlad Dracul, nació en Diciembre de 1431 y se hizo famoso en el mundo como el Príncipe Drácula, El Empalador. En 1434, el rey Segismundo ordenó a Vlad formar un ejército de soldados transilvano y tomar posesión de Valaquia, dada la estrecha relación del Príncipe Alexadru con los turcos. Vlad Dracul luchó con los turcos y en 1436 entró con su ejército en Tirgoviste, la capital de Valaquia y se convirtió en Príncipe con la autorización del Emperador.

Su juventud

Para el jóven Dracula, la vida en la nueva corte de su padre fue toda una experiencia. Al llegar a la edad eligible para ser aprendiz de caballero, aprendió natación, esgrima, lucha, tiro con arco, etiqueta de la corte, y los más refinados aspectos de la equitación. También fue iniciado en las ciencias políticas, cuyos principios fueron esencialmente Maquiavélicos, porque estaba escrito que era mucho mejor para un príncipe ser temido que ser amado; esta forma de pensar debe haber moldeado fuertemente la personalidad del joven Drácula. La tradición local cuenta que Dracula era fascinado mórbidamente desde temprana edad por la ejecución de criminales en la horca. En 1437 murió Segismundo, Rey de Luxemburgo y patrón y protector de la familia Dracul, dejando a Valaquia expuesta a los crecientes asaltos y posesiones de los turcos. Así, poco después de la muerte de Segismundo, Vlad Dracul firmó un pacto de alianza con el Sultán Murad II de Turquía. Según parece, Vlad solía acompañar a Murad II en sus incursiones a Transilvania, durante las cuales hubo muerte, saqueo e incendio de villas, lo cual sin duda generó la leyenda de la naturaleza sanguinaria de la familia Dracula. Después de la muerte de su padre, el jóven Dracula fue hecho prisionero de los turcos, y sirvió como oficial en el ejército.

Durante este tiempo tuvo amplia oportunidad de aprender todos los métodos de tortura empleados por las fuerzas turcas sobre los prisioneros de guerra.

Entre estos métodos se encontraba el empalamiento. A pesar de todo el aprendizaje y experiencia que Dracula acumulo en la armada turca, aún era prisionero de Sultán y deseaba apoderarse del trono de Valaquia, al igual que su padre lo había hecho antes. Dracula decidió huir de la corte del Sultán turco y encontró refugio en Moldavia, estado vecino de Valaquia. Allí armó un ejército y Dracula finalmente se convirtió en el Príncipe de Valaquia en 1456, a la escasa edad de 25 años.

Su reino

El comienzo de su reinado fue marcado por el paso de un cometa, y los astrólogos de la época consideraban esto como un signo de mal augurio y un preludio a terremotos, enfermedades, plagas, guerras y otras catástrofes.

Dracula, por su parte, como un indicativo del destino sobre el comienzo de su dominio sobre Valaquia y utilizó el cometa como símbolo, grabándolo en una de las caras de sus monedas. La otra mostraba el águila Valaca. Dracula estableció su residencia principal en Tirgoviste, que fue no sólo su asiento de poder, sino también el centro de la vida social y cultural de la nación. Los nobles terratenientes formaban, por tradición, el Ayuntamiento de Valaquia sobre el cual el Príncipe dependía para órdenes y asuntos de administración y justicia. Por consiguiente, los nobles mantenían un poder superior al del regidor, y les interesaba elegir el Príncipe más debil, que se abstuviera de intervenir en las decisiones del Concejo. Dracula cambió esta situación dramáticamente y derrocó el poder de los nobles en favor de un poder centralizado que el encabezó con puño de hierro. Dracula también buscó la venganza personal al enterarse de que los nobles habían matado a uno de sus hermanos enterrándolo vivo. La siguiente crónica Rumana cita los eventos que tuvieron lugar en la primavera de 1457: El (Dracula) descubrio que los nobles de Tirgoviste habían enterrado vivo a uno de sus hermanos. Para saber la verdad, buscó a su hermano en la tumba y lo encontró acostado boca abajo.

Así que cuando vino el día de Pascua, mientras todos los ciudadanos festejaban y los jóvenes bailaban, él los rodeó...los condujo con sus esposas e hijos, tal como estaban vestidos para la Pascua, a Poenari (asiento del famoso castillo Dracula), donde fueron puestos a trabajar hasta que sus ropas se rompieron y se quedaron desnudos. La tradición popular mantiene que Dracula primero mandó a empalar a los niños y a las esposas en el patio de su palacio, mientras que los hombres fueron encadenados y conducidos a un lugar conocido como El Nacimiento del Río, un viaje que tomó dos días. Aquí les ordenó reconstruir un antiguo castillo que se encontraba en ruinas. Dracula había dado órdenes a las villas vecinas para que construyeran hornos de ladrillo y hornos de cal. Los nobles, bajo la constante amenaza del látigo de los guardias de Dracula, formaron una cadena desde las villas donde los ladrillos eran manufacturados, hasta las paredes del castillo que laboriosamente reconstruyeron. Después Dracula creó su propia "nobleza", en forma parecida a la mafia napolitana temprana, conformada en gran parte por hombres de origen plebeyo.

Rompiendo la tradición, Dracula les entregó tierras y riquezas confiscadas, a cambio de lo cual estos hombres estarían a su completa disposición. La idea elevada de su propio poder, sin embargo, no sólo llevó a Dracula a reducir a la clase noble a algo más que obedientes sirvientes, sino que se extendió a la administración de castigos severos a quienquiera que se atreviera a ofenderlo, intencionalmente o no. El siguiente es un relato que ha sobrevivido hasta nuestros día, de una delegación diplomática italiana que había llegado a Valaquia desde Genova. He encontrado que algunos italianos vinieron como embajadores a su corte. Al llegar a él, removieron sus sombreros y capuchas. Debajo del sombrero, cada uno de ellos llevaba una pequeña cofia o casquete que no removieron, como era costumbre entre los italianos. Dracula les pidió explicación del hecho de haberse quitado los sombreros solamente, dejando los casquetes en sus cabezas. A lo cual respondieron, "Esta es nuestra costumbre. No estamos obligados a quitarnos nuestros casquetes bajo ninguna circunstancia, incluso en una audiencia con el sultán o el Santo Emperador Romano". Dracula dijo entonces, "Con toda justicia, quiero fortalecer y reconocer sus costumbres". Ellos le agradecieron, haciendo una reverencia y añadieron, "Majestad, nosotros siempre serviremos a tus intereses si nos muestras tal bondad, y alabaremos tu grandeza en todas partes". Entonces, de manera deliberada, el tirano y asesino hizo lo siguiente: tomó algunos clavos grandes de hierro y los plantó en círculo sobre la cabeza de cada embajador. "Créanme", les dijo mientras sus asistentes clavaban los casquetes en las cabezas de los emisarios, "esta es la forma en la que fortaleceré su costumbre". También se dice, que para ver por si mismo como el trabajo de la tierra y sus campesinos estaba progresando, Vlad Dracul, el joven, vagaba disfrazado por el campo, particularmente de noche. El quería saber cómo vivían sus campesinos y lo que pensaban. A veces se detenía en la casa de algún campesino y le hacía preguntas. El siguiente relato testifica los métodos impuestos por el Príncipe sobre los campesinos de su hostigada tierra. "Un día, Dracula encontró a un campesino que vestía una camisa muy corta. También llamaba la atención sus pantalones tejidos en casa, que pegados a sus piernas, dejaban ver los lados de sus muslos. Cuando lo vio vestido de esta forma, Dracula inmediatamente ordenó que lo trajeran a la corte. "¿Eres casado?" le preguntó. "Si, lo soy, su Alteza". "Tu esposa es, con toda seguridad, una perezosa. ¡Como es posible que tu camisa no cubra la pantorrilla de tus piernas? Ella no merece vivir en mi reino. ¡Debe morir!" "Le ruego me disculpe, mi señor, pero estoy satisfecho con ella. Nunca sale de casa y es honesta". "Tú estarás te sentirás más satisfecho con otra ya que eres un hombre decente y trabajador". Mientras tanto, dos de los hombres de Dracula le habían traido a la pobre mujer, que fue inmediatamente empalada. Entonces, trajo a otra mujer y se la entregó al viudo campesino. Dracula, sin embargo, fue cuidadoso de mostrar a la nueva esposa lo que había sucedido a su predecesora y le explicó las razones por cuales la difunta había provocado la ira del Príncipe. Consecuentemente, la nueva esposa trabajó tan duro que no tenía tiempo para comer. Ella se colocaba el pan en un hombro, la sal en el otro y trabajaba de esta manera. Así trató de dar mayor satisfacción a su nuevo esposo que la primera mujer para no incurrir en la maldición de Dracula." El Príncipe Dracula castigó a los parásitos de la sociedad, los mendigos y vabagundos, muy severamente y cruel para hacer ejemplo al resto de la población con el fin de hacerlos trabajar duro y obedientes de sus reglas.

Hay un ejemplo de esto, muy bien conocido, como muestra la versión rumana: "Habiendo pedido a los viejos, enfermos, cojos, pobres, ciegos y vabagundos presentarse a un gran comedor en Tirgoviste, Dracula ordeno la preparación de una fiesta para ellos. El día fijado, Tirgoviste crujía debajo del peso de un gran número de mendigos que habían venido. Los sirvientes del Príncipe repartieron ropas a cada uno, y los condujeron a una gran mansión donde las mesas estaban listas. Los mendigos se maravillaron ante la generosidad del Príncipe, y comentaron entre ellos "Todo un gesto del Príncipe". Entonces comenzó la comida. Y qué creen que vieron ante ellos: una comida tal como la que uno encontraría en la propia mesa del Príncipe, vinos y los más esquisitos manjares. Los mendigos tuvieron un banquete que se convirtió en legendario. Comieron y bebieron con glotonería. La mayoría se emborrachó. Cuando perdieron comunicación unos con otros, y se hicieron incoherentes, se enfrentaron de repente con fuego y humo por todas partes. El Príncipe había ordenado a sus sirvientes prender fuego a la casa. Los mendigos corrieron a las puertas, pero estaban cerradas. El fuego progresó. Las llamaradas se levantaron altas como dragones inflamados. Gritos, chillidos y quejidos salieron de los labios de los pobres encerrados. Pero, ¿porqué un fuego se conmovería con los ruegos de los hombres? Ellos cayeron unos sobre otros. Se abrazaron unos a otros. Buscaron ayuda, pero no quedaba oído humano que los escuchara. Comenzaron a retorcerse en los tormentos del fuego que los destruía. El fuego sofocó algunos, otros fueron reducidos a cenizas por las brasas. Cuando las llamas se apagaron naturalmente no había rastro de alma viviente." Tan grande era el miedo al empalamiento que el robo y otros crímenes desaparecieron completamente de todo el reino de Dracula.

No fue tanto la virtud del príncipe maquiavélico, sino más bien su mente torturada lo que impuso este orden. El recuerdo de su crueldad permanece en los cuentos del folklore rumano. Después de la irresuelta muerte de Dracula, las historias de su cruel carisma fueron esparcidas por los monjes que viajaban desde Rumania hasta las provincias alemanas y austríacas. Líderes militares emularon algunas de sus técnicas guerreras, esperando tener éxito en la lucha contra los turcos. Su naturaleza sanguinaria se convirtió en el tema de las primeras historias de horror publicadas en la Europa Central del siglo XV.

Escrito por ReJeCt a las 01:34 | Comentarios (61)

Miércoles, 26 de Mayo, 2004

"El Cuervo" por Edgar Allan Poe

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Cierta medianoche aciaga, cuando, con la mente cansada,
meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral
y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,
como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
«Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal;
sólo eso y nada más.»

¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!
Cada chispa desfalleciente dejaba un rastro espectral.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma
en mis libros, ni consuelo a la pérdida abismal
de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar
y aquí nadie nombrará.

Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas
me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal
que, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:

«No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;
un tardío visitante esperando en mi portal.
Sólo eso y nada más».

Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:
«Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculpar
pues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguido
y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal
que dudé de haberlo oído...», y abrí de golpe el portal:
sólo sombras, nada más.

La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,
y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;
pero en ese silencio atroz, superior a toda voz,
sólo se oyó la palabra «Leonor», que yo me atreví a susurran..
sí, susurré la palabra «Leonor» y un eco volvióla a nombrar.
Sólo eso y nada mas.

A un que mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos
pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.
«Esta vez quien sea que flama ha llamado a mi ventana;
veré pues de qué se trata, qué misterio habrá detrás.

Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.
¡Es el viento y nada más!»

Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,
agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.
Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,
con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,
en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;
fue, posóse y nada más.

Esta negra y torva ave trocó, con su aire grave,
en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.
«Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser osado,
viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;
¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?»
Dijo el cuervo: «Nunca más».

Que un ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa
sorprendióme aunque el sentido fuera tan poco cabal,
pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido
ocasión de ver posado tal pájaro en su portal.
Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal
que se llamara «Nunca más».

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Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto,
como si en ello le fuera el alma, ni una sola sílaba más.
No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna
hasta que al fin musité: «Vi a otros amigos volar;
por la mañana él también, cual mis anhelos, volará».
Dijo entonces: «Nunca más».

Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;
«Sin duda -dije-, repite lo que ha podido acopiar
del repertorio olvidado de algún amo desgraciado
que en su caída redujo sus canciones a un refrán;
que pergeñó, acorralado, este lúgubre refrán:
"Nunca, nunca más"».

Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfía
planté una silla mullida frente al ave y el portal;
y hundido en el terciopelo me afané con recelo
en descubrir que quería la funesta ave ancestral.
Qué pretendía esa torva ave, funesta y ancestral
al repetir: «Nunca más».

Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabra
al ave que ahora quemaba mi pecho con su mirar;
eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyada
sobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.
¡Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar,
y ya no usará nunca más!

Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso
mecido por serafines de leve andar musical.
«¡Miserable! -me dije-; ¡Tu Dios estos ángeles dirige
hacia ti con el filtro que a Leonor te hará olvidar!
¡Bebe, bebe el dulce filtro, y a Leonor olvidarás! »
Dijo el Cuervo: «Nunca más».

« ¡Profeta -grité-, ser malvado; profeta eres, diablo alado!
¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad
trajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje,
a esta morada espectral? ¡Mas, te imploro, dime ya,
dime, te imploro, si existe algún bálsamo en Galaad!»
Dijo el Cuervo: «Nunca más».

« ¡Profeta -grité-, ser malvado; profeta eres, diablo alado!
Por el Dios que veneramos, por el manto celestial,
dile a este desventurado si en el Edén lejano
a Leonor, ahora entre ángeles, un día podré abrazar;
si a la radiante doncella en el Edén podré abrazar. »
Dijo el Cuervo: «¡Nunca más!».

«¡Diablo alado, no hables más!», dije, dando un paso atrás;
« ¡Que la tromba te devuelva a la negrura abismal!

¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje
quiero sobre mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!»
Dijo el Cuervo: «Nunca más».

Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado,
en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;
y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,
cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;
y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal,
no se alzará... ¡nunca más!


Escrito por ReJeCt a las 18:02 | Comentarios (69)

Martes, 25 de Mayo, 2004

Elizabeth Báthory

Drácula era mujer, así tituló Raymond McNally su biografía sobre "la condesa sanguinaria" Elizabeth Báthory. A su vez, Michael Farin escribe sobre la comptesse sanglante que es difícil "penetrar en el misterio de esta estrella infernal, porque todos los intentos por encontrar algo comparable a su triste gloria, con objeto de entender sus hechos en relación con los de otros, han fracasado". Hubiéramos podido tratar a esta mujer sádica de la alta nobleza húngara en los apartados sobre la locura, el abuso de poder o el crimen, pero no lo hemos hecho porque después de su muerte su nombre forjó un mito de sangre. Según la leyenda, la Báthory empleó ríos de sangre de doncellas como fuente de juventud. Sin embargo, su biografía no carece de aspectos singulares.
Elizabeth Báthory nació en 1560 en el seno de una de las familias húngaras más poderosas y distinguidas de aquella época; por ironías del destino, lejanos lazos de sangre la emparentaban con la casa de los Drácula. La fortuna de los Báthory era tan grande, que superaba la del rey húngaro Matías II, que era deudor suyo. Los constantes matrimonios entre los miembros de las familias nobles húngaras con objeto de conservar sus posesiones fueron causa muchas veces de degeneraciones genéticas. La misma Elizabeth padecía ataques de epilepsia, y uno de sus tíos era un famoso satánico; su tía Klara, una aventurera sexual y su hermano Stephan, un alcohólico y libertino. Elizabeth fue prometida en matrimonio a la edad de once años, a Ferenc Nádasdy, hijo de otra familia noble húngara que más tarde adoptó el apodo de "el Caballero Negro". Nádasdy fue un guerrero cruel y en las campañas contra los turcos sentía gran placer torturando a los prisioneros. Se dice que fue él quien enseñó algunas técnicas de tortura a su esposa.

No obstante, Elizabeth sólo materializó sin cortapisas sus violentas fantasías sexuales después de la muerte de su marido en el año 1604. Dirigía su sadismo exclusivamente contra las doncellas o mujeres jóvenes de su entorno próximo. Prueba de ello es que le agradaba morder a sus sirvientas y desgarrarles la carne de los huesos. Uno de sus apodos era "la Tigresa de Cachtice", que era el nombre del castillo en el que moraba normalmente. Además practicaba con fruición distintos y crueles métodos de tortura. La sañuda Elizabeth clavaba sus uñas en el cuerpo de sus sirvientas y colocaba monedas candentes bajo las uñas de sus dedos o llaves ardientes en sus manos. En invierno, mandaba arrojar a las muchachas afuera cuando había nevado y empaparlas con agua fría para que se helaran.

Las víctimas de la Báthory, que posiblemente rondaran la centena, eran exclusivamente de su propio sexo, por lo que es presumible que la condesa sanguinaria tuviera inclinaciones homosexuales. Esto se corrobora también por el hecho de que en su juventud practicó actividades propiamente masculinas, como la caza y la hípica, e incluso prefería llevar atuendos masculinos. En sus relaciones con la servidumbre adoptaba el papel de una superiora cruel y despiadada. Aun cuando no consta que se bañara en sangre de muchachas vírgenes, como posteriormente se difundió el mito de la Báthory, sin duda la sangre ejercía sobre ella un fuerte y embriagador efecto. József Antall y Károly Kapronczay sostienen en su investigación sobre la condesa sanguinaria que durante su delirio sádico-sexual caía en un estado de éxtasis histérico. Por ello suponen también que la cruel condesa Elizabeth Báthory estaba en su juicio y era consciente de sus inclinaciones.

A pesar de sus espantosos crímenes, que difícilmente permanecían ocultos, la condesa sanguinaria pudo hacer de las suyas durante un tiempo nada desdeñable, ya que era noble, una aristócrata húngara con derechos sobre sus sirvientes y víctimas, que en ocasiones eran eslovacas o muchachas raptadas por sus esbirros en los pueblos de los alrededores. Con los cadáveres, Elizabeth actuaba con un absoluto descuido. A menudo, los escondía debajo de las camas y más tarde sus sirvientes los arrojaban a los campos cercanos. Como los cadáveres estaban completamente ensangrentados a causa de las torturas que la condesa infligía a las víctimas, no es sorprendente que entre los campesinos surgiera la creencia en los vampiros. Pero todo tiene su fin. En este caso, la causa de su perdición fue que un día ya no le bastaron las simples sirvientas como víctimas de sus fechorías y empezó a reclamar jóvenes nobles para sus sádicos juegos nocturnos. En 1611, fue procesada, pero consiguió librarse de la pena de muerte. Mientras todos sus cómplices, tras ser torturados, fueron quemados vivos en la hoguera, ella fue tratada con más indulgencia. Se ordenó que fuera encerrada en su alcoba del castillo de Cachtice y que se tapiaran las ventanas, y allí fue apagándose como un cadáver viviente hasta el momento de su muerte, acaecida en el año 1614.
Los rumores que corrían sobre los impulsos dementes de la condesa se mezclaron aún más si cabe con las fantasías del pueblo después de hacerse públicos sus crímenes, de tal manera que, en Hungría, durante mucho tiempo el mero hecho de pronunciar el nombre de Elizabeth Báthory era transgredir un tabú. Los cadáveres ensangrentados descubiertos en los campos por los campesinos contribuyeron a que la cruel condesa pasara a la historia como la "condesa sanguinaria". Ciertamente, existe una interpretación particular para explicar su crueldad. Elizabeth Báthory era muy soberbia, y se decía que se bañaba en la sangre de las muchachas que ella misma mataba para aumentar su belleza y conseguir la eterna juventud. Incluso se había llegado a afirmar que había recurrido a esta inusual receta para evitar que se marchitara su belleza. Este impulso sanguinario podría haberse gestado en una ocasión en que su ayuda de cámara, una mujer, cometió una torpeza mientras le cortaba el pelo. Al parecer Elizabeth propinó una bofetada con tanta furia a la doncella, que ésta sangró por la nariz y cayeron unas gotas en la mano de la condesa. Cuando la Báthory se limpió la sangre con un pañuelo observó con asombro que en ese lugar la piel mostraba un aspecto rosado, vigoroso y sustancialmente distinto del resto de la mano. Según la leyenda, este hecho le llevó a pensar en la posibilidad de darse baños completos de sangre, y con este objetivo habría mandado degollar a 650 doncellas. Si así fuera, la malvada condesa habría matado por mera vanidad y por considerar que la sangre de la juventud era el producto cosmético más valioso y el más efectivo.

Dado que los autos históricos del año 1611 no aportan dato alguno respecto a la idea de que la condesa hubiera utilizado la sangre de sus víctimas para darse baños de belleza, parece interesante investigar cómo llegó a aflorar el mito de la Báthory, que además durante mucho tiempo también tuvo un hueco en las obras científicas. Junto a la ya mencionada vanidad de la Báthory, sin duda hay otras dos razones relevantes:

Primero: el sadismo sexual es del dominio de los hombres. Detrás de las fechorías como las que cometió la Báthory, en general identificamos a un Gilles de Rais, a un Drácula o a un Haarmann, pero nunca a una mujer. Por tanto, la Báthory contravino tanto la conducta de la mujer como el papel que se le atribuye. En su época, este hecho constituye una excepción mucho más singular que en la actualidad.

Segundo: No debe extrañar que la "sed de sangre" de la Báthory fuera la expresión casi instintiva de una autoprotección de sus ideas, de una forma de interpretación determinada de una imagen de mujer. Desde esta perspectiva no es difícil adivinar la relación entre su sed de sangre y su vanidad "típicamente femenina". "La sangre es un jugo muy especial", las sangre es vida y en los mitos de los pueblos, las sangre desempeña un papel de primer orden. Si la sangre es dadora de vida y simboliza inmortalidad, ¿por qué no podía la "sangre joven" de doncellas brindar juventud y belleza, al igual que la leche, una sustancia a menudo relacionada con la sangre, también conocida desde la Antigüedad como cosmético y empleada en baños de belleza? El sueño de la eterna juventud es tan antiguo como el de la vida eterna. Y al parecer, la sangre de las jóvenes inocentes parece ser la esencia apropiada para ello. La "condesa sanguinaria" es un exponente en cierto sentido de la proyección de los deseos humanos.

En 1812, el barón de Mednyansky acuñó los baños de sangre de la Báthory en el reino de la leyenda al referirse a ellos en la revista Hesperus, como también harían después otros historiadores. Pero esto no alteró sustancialmente el mito de la sangre de la Báthory. Los escritores, y más adelante también los cineastas, se quedaron fascinados por la leyenda de los baños de sangre. En este episodio se basó, por ejemplo, Leopold von Sacher-Masoch para escribir su novela corta Ewige Jugend. Hasta el propio Stoker deja entrever la influencia del mito de la Báthory: el hecho de que Drácula rejuvenezca tan pronto como ha bebido sangre, puede remitir directamente a este mito. En el cine también se advierte la influencia de la Báthory en dos aspectos: por un lado se plantea la sangre como elixir de belleza, y por otro la figura de la Báthory constituye un importante impulso para las películas lésbicas de vampiros. Evidentemente ambos temas se entrecruzan parcialmente. Es probable que la representación más lograda de la Báthory como la condesa sanguinaria sea la película Historias inmorales (1973) de Walerin Borowczyk. El refinamiento histórico-artístico, la poesía negra y las hermosas imágenes hacen que la película tenga un gran atractivo. En aquel entonces, el hecho de que Paloma Picasso, hija del genial pintor, se revolcara en sangre con deleite y vanidad como hiciera supuestamente la condesa sanguinaria fue un motivo de escándalo. Sin duda se ignora hasta que punto Paloma Picasso se inspiró en el papel de la Báthory en los inicios de su carrera. Sin embargo, ésta ha permanecido fiel al tema de la cosmética, la juventud y la belleza, aunque en la actualidad recurra a otras esencias distintas de la sangre de doncella.

NORBERT BORRMANN

Extraído de Vampirismo, el anhelo de la inmortalidad

Escrito por ReJeCt a las 00:03 | Comentarios (308)

Lunes, 24 de Mayo, 2004

Aleister Crowley

Edward Alexander Crowley (1.875-1.947)


Aleister Crowley nacio el 12 de Octubre de 1875 en Leamington Spa, Warwickshire, Inglaterra, en el seno de una familia de integristas protestantes.

Su padre era un acaudalado cervecero que nació de nuevo al aceptar a Jesucristo y se unió a la estricta denominación de los Hermanos Elegidos de Plymouth. Como resultado de su conversión, el padre de Crowley vendió su malvada cervecería y usó los recursos para apoyar su ministerio. La madre de Crowley también fue una cristiana muy estricta y devota, pero desafortunadamente lo que tenía en fe le faltaba en capacidad maternal, Emilie, su madre, nunca le abraza, ni le besa, ni le cuenta cuentos, ni le deja leer ningún libro, excepto la Biblia.
El padre de Crowley viajaba por los campos predicando en las calles, y la madre de Crowley se quedó atrás para criar al pequeño Edward, quien se volvió en una terrible pesadilla como hijo de predicador
Evidentemente era un niño muy inteligente y precoz, lleno de necesidades, como muchos niños. Una vez durante un berrinche, su madre le dijo al niño, quien apenas tenia seis años, que era tan malvado que seguramente era la "gran bestia" del libro de Apocalipsis.

Desafortunadamente, el pequeño Crowley aceptó el insulto y lo llevaba como una medalla al mérito. Se rebeló violentamente contra cualquier clase de religión, y luego ya de adulto, bautizó a una rana con el nombre de "Jesucristo" y procedió a crucificar a la desafortunada criatura cabeza abajo.

Sus familiares, lo educaron con excesiva rigidez y el pequeño Aleister respondió con fugas del hogar paterno, la arriesgada práctica del alpinismo y la devoción por el ocultismo y la magia. La futura “Gran Bestia” ciertamente se reveló desde muy temprana edad contra el dogmatismo religioso de familiares y tutores.

A los ocho años Aleister Crowley cogió un gato, le administró arsénico y, para que no opusiera resistencia, le suministró cloroformo. Así pudo gasearle en el horno, después quemarle y, tras otras torturas, le despellejó vivo. Su madre le había dicho que los gatos tenían nueve vidas y decidió comprobarlo constatando, una vez más, que sus enseñanzas eran falsas. El torturador del gato no era un sádico desalmado, sino un crío inquisitivo.

Su madre le llamaba «La Bestia» y «666» porque su hijo le recordaba las dos bestias del Apocalipsis, cuyo texto dice: «Vi como salía del mar una bestia, que tenía diez cuernos y siete cabezas... Abrió su boca en blasfemias contra Dios... Fuéle otorgado hacer la guerra a los santos y vencerlos... El que tenga inteligencia calcule el número de la bestia porque es número de hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis».

El niño no se amilanaba ante la comparación y la llamaba «estúpida santurrona». Cuando su madre murió, ya adulto, añadió «¡que el diablo tenga su alma!». Crowley no sentía más simpatía por su padre, llegando a sustituir su nombre, Edward Alexander, por el de Aleister.

Su padre, el hombre cuya boca nunca había blasfemado o dicho una injuria, que había abandonado su imperio económico para dedicarse a la religión, muere de cáncer de lengua, cuando Aleister tiene doce años. Su tío materno se encargará de que su educación sea aún más rígida a partir de entonces.

El Crowley adolescente, con una inteligencia superior a la normal y en un ambiente represivo, se salta continuamente las reglas. Desde leer a escondidas, a perder la virginidad a los catorce años con una de las criadas, pero ¡en la cama de mamá! que tiene más mérito transgresor.

El joven Aleister Crowley se interesó definitivamente por la magia y el ocultismo. En primer lugar se afilió a la Iglesia Celta, cuando contaba 19 años entró en contacto con la Golden Dawn (Orden Hermética del Amanecer de Oro) , donde fue iniciado en esoterismo y ocultismo, viajando a Escocia y Londres para obtener un grado de importancia en la sociedad. Estudió la Cábala y practico la magia y el yoga. A partir de finales de 1900, el fracaso de la Golden Dawn condujo a Crowley a viajar por México, donde aprendió los secretos de la magia sexual con J. Medina; Estados Unidos, lugar que recorrió en unos cuantos meses; y Ceilán, sitio exótico en el que se reencontró con su viejo amigo Allan Bennet (ex miembro de la Golden Dawn), quien le adentró en la vía tántrica de la mano izquierda, una tradición tántrica que utiliza a la mujer y el sexo. De hecho, dicha tradición utiliza el sexo para elevar la conciencia del adepto y conducirle al samadhi.

En 1904 escribió un libro titulado "El libro de la ley" que se convirtió en piedra angular de sus posteriores enseñanzas. En él incluía Crowley su doctrina con base en la magia sexual que nacía del tantra, destinada a obtener los impulsos necesarios para alcanzar el conocimiento superior. Este libro era, según él, una revelación debida a un espíritu llamado Aiwass que se le había aparecido en el Cairo.

Durante la década de los años veinte fundó en Italia la Orden de Thelema, sociedad de corte satanista por lo que fue expulsado del país. Escribió varias obras más, "El diario de un amigo drogado" y "Confesiones", por las que fue atacado por la prensa británica que lo tachó de drogadicto, alcohólico y bisexual. Adoptado como "padre espiritual" por numerosos artistas, incluso hoy hay gran número de estrellas de la música moderna que tienen sus obra en la cabecera de su cama. Siempre se ha señalado diferentes canciones de los Beatles como dedicadas a él, como las de Daryl Hall, Ozzy Osbourne...
El sexo llegó a ser para Crowley otra forma de mofarse de la autoridad, y si lo podía combinar con un acto de desafío, el placer era diez veces mayor. La clave para comprender a Crowley es la misma que para comprender al marqués de Sade. Ambos desperdiciaron una inmensa cantidad de energía gritando desafiantes a la autoridad contra la que tenían un enorme resentimiento, y ambos carecían de la penetración necesaria para ver que estaban amenazando con sus puños a una abstracción.

Ciertamente el sexo es la clave principal de su mentalidad; pero también lo es el hecho de que era un victoriano tardío. A los victorianos el sexo les producía tal azoramiento que cubrían las patas de las mesas, e inventaron una especie de camisa de fuerza para los bebés de modo que no pudieran tocarse los genitales en la cama. De modo que para Crowley el sexo fue siempre algo deliciosamente "sucio" y malvado.

Los últimos años de su vida, Crowley los pasó prácticamente en solitario, recibiendo a sus pocos fieles en las posadas que habitaba en Londres y alrededores.

El 1 de diciembre de 1947, alejado del mundanal ruido y prácticamente abandonado, murió Aleister Crowley. El 5 de diciembre su cuerpo fue incinerado en Brighton, delante de algunos de sus discípulos más fieles que leyeron su “Himno a Pan”, una soberbia poesía dedicada al dios pagano, tan caro al corazón de Aleister Crowley

No hubo persona a la que no destrozara, juramento que no incumpliera, vicio que no probara. Su primera mujer era hermana de uno de sus amigos, una joven viuda harta del acoso de sus pretendientes, a la que Crowley ofreció «matrimonio sin consumación» para que se librase de ellos. Se casaron y, a las pocas horas, Crowley incumplía su compromiso. Ella se hizo alcohólica y murió en uno de sus delirium tremens. Antes de divorciarse, Crowley casi mata a su suegra al tirarla por la escalera cuando la echaba a patadas de su casa.

Su segunda esposa también acabó alcoholizada. Él mismo era un drogadicto que consumía heroína, cocaína, opio, hachís, marihuana, peyote y mescal, entre otras drogas.

Era bisexual y le gustaba colgar a sus amantes boca abajo en el guardarropa y marcarles con sus dos caninos que, según dicen, se afiló con este propósito. Algunos de sus discípulos sufrieron alteraciones nerviosas, como Lord Tankerville o Victor Neuburg al que Crowley maldijo. Victor decía que esa era la razón de sus múltiples enfermedades.

Otros tuvieron menos suerte y perdieron la vida como Raoul Loveday, de quien se dijo que había sido envenenado por «La Bestia». También murió Alexis Pache, un alpinista suizo, cuando se encontraba a solas con Crowley en una escalada. Otro, Norman Mudd, se suicidó. Pero no sólo sus discípulos; también uno de sus maestros, Liddell MacGregor Mathers, murió convencido de que le aniquilaban las poderosas emanaciones mágicas procedentes de Crowley.
Los periódicos de la época le llamaron, entre otras lindezas: «el hombre más perverso del mundo», «el rey de la depravación», «el hombre al que nos gustaría ahorcar», «el caníbal», «la bestia humana», y el peor insulto para un inglés de su época, «germanófilo».

Ni siquiera con su muerte cesaron los ataques furibundos, incluso del máximo representante de la justicia británica, el Ministro de Su Graciosa Majestad, quien declaró: «Aleister Crowley es el personaje más inmundo y más perverso del Reino Unido».

Esta es la leyenda que le acompañó toda su vida, azuzada por la prensa durante más de treinta años. No hay perversidad, ni crimen, ni acción maligna de la que no fuese acusado. Pero en el año 2004 no estamos en la Inglaterra victoriana y el mundo es hoy mucho más tolerante y libre que lo que era a principios del siglo XX.

Escrito por ReJeCt a las 00:11 | Comentarios (56)