(The night of the hunter) Charles Laughton (1955)
Podemos buscar las razones de ello sobre todo en la labor de realización por parte de Charles Laughton, inmenso actor que debutaba en la dirección del que sería su único film, dada la severa acogida que obtuvo; en la soberbia caracterización de los actores, que recrean a la perfección una galería de personajes encerrados en un mundo de miseria (estamos en los años de la Gran Depresión), hipocresía religiosa y banalización de los valores sociales; en el genial guión de James Agee, en el que tuvo parte importante el propio realizador y el autor de la novela original, en la que se refleja fielmente; en la fotografía de Stanley Cortez, que baña de un halo fantástico la ya de por sí sobrenatural atmósfera del relato. Pero lo verdaderamente particular de La noche del cazador es esa extraña combinación de intriga criminal y melodrama rural en un contexto de absoluto onirismo, como si de un cuento infantil se tratase. Laughton quiso aprovechar las posibilidades que brinda el arte cinematográfico para hacer hincapié en algo que la novela tan sólo apuntaba de forma somera: la recreación (o más bien creación) de una deliberada artificiosidad que en el film queda subrayado ya desde ese comienzo con el rostro de Lillian Gish en la inmensidad del cosmos recitando a unos niños unos pasajes de la Biblia, y advirtiéndoles de la amenaza que van a tener que afrontar a causa de las personas que dicen ser lo que no son; en definitiva, de la amenaza que supone la vida para estos seres indefensos. Porque aquí más que nunca el personaje antagonista es la encarnación del Mal, pero el Mal visto desde la perspectiva deformante y maravillosa de una mente infantil: la caracterización de Harry Powell no está lejos de los personajes que, como la Reina de Corazones o el lobo de Caperucita, han alimentado la imaginería de niños y adultos durante siglos. Es un personaje fantástico, y aquí es donde un relato meramente costumbrista, que relata las tribulaciones de una familia perseguida por el fantasma de la codicia, adquiere inexorablemente tintes fantásticos. Hablemos de un drama fantástico o de un fantástico drama, más allá de toda inconsecuente discusión sobre su naturaleza, lo que tenemos es un conjunto de imborrables imágenes de enorme influencia en el cine posterior, y no sólo en su vertiente fantástica. Porque La noche del cazador no ha sido sólo la noche de los dos atemorizados niños protagonistas, sino la de toda una generación de jóvenes cineastas que han tenido la brillante idea de fijarse en una obra como ésta, cuando su precoz capacidad visionaria todavía fabulaba historias sobre el hombre del saco en la oscuridad del dormitorio. Creo que tienes el blog más interesante de Zona Libre, ¡alguien que cuenta cosas! Me he leído tus tres últimos posts, magníficos. Un saludo
Sami Natsheh, extraido de www.pasadizo.com