Muchas veces no se practica un sadomasoquismo seguro por desconocer los peligros que deben evitarse y, por eso, desde Esencia BDSM abogamos por un sadomasoquismo seguro. Esperamos que os guste el artículo, os aclare muchas cosas y os permita practicar unos azotamientos seguros. Como todo el mundo sabe, y esto no es ninguna novedad, azotar es golpear a algún animal o algún ser vivo con algo. Partiendo de esta especie de definición vamos a hacer un pequeño recorrido por los diferentes órganos y tejidos y por los distintos aparatos o utensilios con los que podemos azotar. De esta forma veremos lo que está indicado, lo que puede ser peligroso y lo que jamás deberíamos hacer. Vamos a realizar dos divisiones o estructuraciones. Una es del cuerpo humano que le vamos a dividir en tres partes principales, la primera será el tejido de sostén (lo que es el esqueleto), la segunda será el aparato locomotor (que son los músculos y los tendones) y por último las vísceras o tejidos huecos. A continuación dividiremos los utensilios utilizados para aplicar el castigo (los azotes en este caso); según sus características y su forma: rígidos o flexibles y estrechos o anchos. Esta segunda división viene a cuento del principio físico que dice: a mayor superficie, menor presión. Pero de este axioma y su relación con el s/m hablaremos un poco más adelante. He hecho las tres divisiones del cuerpo humano tan fuera de los cánones normales por resultar conveniente hacerlo así desde el punto de vista S/M. Primero he apuntado la estructura rígida como son los huesos, porque su principal característica es carecer de flexibilidad. Por lo tanto ante un golpe o ante una tensión fuerte se quiebra. Es decir, una sesión de azotado con un palo podría producir fracturas. La principal característica de los tejidos huecos o las vísceras es que como son huecos, no resisten bien los golpes y se revientan. Dentro de las vísceras incluimos el hígado, los riñones, el páncreas, los intestinos, etc. En general la mayoría están en el abdomen que además carece, a diferencia de los pulmones o el corazón, de la rejilla de la parrilla costal que actúa como una verdadera coraza protectora. En este apartado de vísceras o tejidos huecos, incluimos también las venas y las arterias. Por la facilidad que tienen para reventar se producen los hematomas y cardenales. Por último tenemos los músculos y los tendones, refiriéndonos a los músculos estriados o de contracción voluntaria, cuya principal característica es su resistencia y fortaleza, así como su facilidad para estirarse y contraerse, es decir su elasticidad. Sabiamente, nuestros mayores nos corregían las actitudes díscolas con una buena azotaina en el culo. Generalmente los que eran más listos azotaban con la zapatilla en lugar de con la mano que sí se resentía. Casualmente los músculos del culo, los glúteos, son gruesos, están protegidos por una capa de tejido adiposos sobre la piel, son cortos de longitud y además no protegen una estructura hueca, con lo cual es la típica zona donde se puede azotar a placer con casi todo tipo de aparatos sin correr graves riesgos. Con los tendones hay que tener un especial cuidado, pues carecen de la elasticidad de los músculos y actúan como los cables de una grúa articulada, siendo los músculos el motor y la pluma de la grúa serían los huesos. El efecto de una presión inadecuada, como pueden ser unos azotes mal dados sobre una zona tendinosa, podría producir una inflamación de éstos tendones; lo que se conoce como tendinitis. Esta es una lesión grave, difícil de curar y que puede reproducirse con muchísima facilidad. Por lo tanto a la hora de azotar hemos de evitar las zonas desprotegidas de músculo, como pueden ser la parte inferior de la pierna, la espinilla y la parte posterior de esta, así como las articulaciones en general. Como hemos visto, una técnica incorrecta en una zona inadecuada puede producir serias lesiones. Por lo tanto, para un correcto azotado por toda la superficie corporal, hemos de estar adaptándonos constantemente a medios e intensidad. Por ejemplo, lo que se denomina bastinado o suplicio turco, que consiste en azotar las plantas de los pies con una vara, puede producir serias lesiones ya que la planta de los pies es muy sensible. Es una estructura exactamente igual que la mano, solamente que en nosotros se ha adaptado a la marcha, para recoger información del suelo sobre su textura, inclinación, etc. Además describe una especie de mapa de todo lo que son los órganos de cuerpo, de tal modo que según la estimulación que reciban ciertos puntos de la planta de pie, desde los dedos hasta el talón, incluidos los tobillos, vamos a obtener diferentes respuestas orgánicas. Esto es lo que estudia y trata la reflexoterapia podal. Por lo tanto si sobre los pies aplicamos un castigo indiscriminado, no solamente vamos a dañar su estructura, sino que podemos alterar el funcionamiento de diferentes órganos. Por lo tanto, el instrumento adecuado para castigar esta zona en una paleta de azotar, no una vara o una fusta, puesto que no se trata de torturar. Será mejor una paleta de azotar de las de forma de lengüeta como de tres centímetros de ancho, que no sea rígida para que se pueda adaptar a la superficie de pie y no produzca lesiones, ni en los tendones ni en las articulaciones del pie; y aplicar el azote con una fuerza media-baja. En la pantorrilla el castigo será muy similar al de la planta del pie, tal vez aumentando un poquito la fuerza (no demasiado), ya que tenemos los músculos que nos hacen ponernos de puntillas y que mueven el pie. Son unos músculos cortos, muy gruesos, muy potentes, pero que generalmente sufren muchas contracturas y se pueden lesionar con facilidad ya que soportan el peso de todo el cuerpo. Seguimos hacia arriba y, respetando la rodilla, nos encontramos con los muslos, donde la estructura sea del fémur se ve envuelta por numerosos músculos muy potentes, muy largos y que permiten casi todo tipo de azotado; siendo especialmente sensible la zona interior. A pesar de todo hay que tener muy en cuenta que este grupo muscular, junto con los de la pantorrilla, son los que nos permiten caminar y desplazarnos. Por lo tanto se van a resentir si se les castiga con severidad. Las lesiones, aunque transitorias, son muy visibles ya que la cojera o la dificultad de movimiento se nota enseguida. Después encontramos el culo y los genitales. En el culo están los músculos glúteos y ya hemos comentado antes que es la zona de azotamiento por excelencia. Los genitales son otra cosa. Los genitales femeninos se deberán de tratar como la planta del pie, por lo que respecta a los masculinos, el pene también se tratara como la planta del pie y los testículos como vísceras. Hay que tener mucho cuidado al golpear los testículos, no utilizar nunca objetos rígidos o semirígidos como palas de azotar, puesto que el dolor que se produce puede ser muy intenso y causar graves problemas. Han sido frecuentes los fallecimientos de personas que trabajaban con caballos cuando dichos animales soltaban una coz y acertaban casualmente en la zona de los testículos. Y no es extraño que un golpe certero con una pala de azotar o incluso una patada puedan acabar con la vida de un hombre, siempre y cuando se acierte plenamente en los testículos y se puedan reventar. Un castigo adecuado en esta zona podría ser azotar con un latiguillo pequeño que pueda escocer, hacerle restallar o golpeteos muy suaves con la punta de una fusta acabada en una tirita de cuero. Hay que tener en cuenta que el recorrido que haga esta lengüeta de cuero no sea superior a quince centímetros y el golpe debe ser de intensidad muy suave. Seguimos hacia arriba y nos encontramos la espalda, el tórax y el abdomen. La espalda es una estructura protegida por la columna vertebral y, en la zona superior, por las costillas; por lo tanto aquí el castigo que se impone ha de ser con objetos flexibles, golpes suaves con palas de azotar, con fustas y se puede emplear el látigo a gusto puesto que la estructura admite una elevada intensidad, pero también es verdad que las marcas que pueden dejarse tardan en desaparecer. El abdomen es la parte donde están situadas la mayor parte de las vísceras y está protegido por los potentes músculos abdominales; no obstante, si golpeamos con un objeto semirígido o rígido podríamos reventar cualquiera de estas vísceras. Por lo tanto no está indicado utilizar ni palas ni objetos más duros y los azotes con látigo deberán de hacerse de forma que abracen desde los costados. No obstante, la intensidad debe ser suave, pues también están en esta zona los riñones que son muy delicados. En el tórax, aunque está protegido totalmente por las costillas, hay que tener en cuenta que estas actúan como fuelle en la función respiratoria y por lo tanto un golpe fuerte con un objeto rígido o semirígido podría producir un fallo en esa función. Además, el corazón que está situado debajo del esternón, podría ver alterado su ritmo normal si se acierta con un golpe fuerte en esta zona. Tengamos en cuenta que cuando se produce una parada cardio-respiratoria la primera maniobra que se suele hacer es golpear fuerte el esternón y a continuación aplicar un masaje en esa zona con fuerza de forma rítmica. Por lo tanto si un corazón que late normalmente recibe un impacto en esa zona su funcionamiento se podría alterar; aparte que si producimos una hemorragia interna, la hemorragia podría producir un derrame con serias consecuencias. Sin embargo, en esta zona nos encontramos con los pechos (o las tetillas en el caso de los hombres) que es una zona que requiere un exquisito trato por su alta sensibilidad. No es necesario aplicar una intensidad elevada en los golpes para obtener un suplicio adecuado. Podemos dedicarnos a golpeteos pequeños, con azotes cortos, hacer restallar látigos también cortos o golpear con la lengüeta de cuero de una fusta, en un recorrido similar al que aplicábamos en los testículos y haciéndolo coincidir directamente sobre el pezón. Por último nos encontramos con los carrillos de la cara y en esta zona yo me atrevería a recomendar solamente el abofeteado. De esta manera controlamos perfectamente la intensidad del golpe y hay que tener en cuenta que al ser una zona totalmente visible, su trato debe ser más humillante que doloroso. Hablaremos ahora de la intensidad de los golpes de la que hemos estado hablando a lo largo de toda la descripción pseudo anatómica. Está dicho hasta la saciedad, que en el s/m, como en cualquier otra actividad, hay que empezar por cosas muy simples, muy sencillas e ir aprendiendo poco a poco. Con la intensidad de los golpes sucede lo mismo. No todos los esclavos tienen el mismo aguante y por lo tanto hay que empezar suavemente; primero con azotes, con pequeños golpecitos y luego ir incrementando la intensidad a medida que vayan tolerándolo. Hemos de tener en cuenta que es mucho más satisfactoria, para ambas partes, una tortura refinada que un apaleamiento bestial. Por lo tanto es más interesante el ir incrementando gradualmente la intensidad de los golpes que aplicar directamente estacazos cuyas consecuencias podían ser nefastas. En un principio he hablado del principio físico que dice que, a mayor superficie mayor presión. Por lo tanto si golpeamos con una vara o con una fusta, cuyo diámetro apenas llega a un centímetro, la presión que ejercer este golpe ser mucho mayor, ocasionando algo similar a un corte. Si golpeamos con una pala de azotar la intensidad se reparte uniformemente en toda la superficie de la pala. En resumen, si golpeamos con una fusta, con una vara o con un palo, podemos provocar golpes mucho más profundos, con lesiones vasculares como hematomas; cosa que difícilmente sucederá si azotáramos con la mano, con un zapato, con una pala de azotar, con una raqueta de ping-pong, etc. Un hematoma en sí no tendría mayor trascendencia pero si eso se hace repetitivo puede llegar a dejar lesiones permanentes y alteraciones del tejido de graves consecuencias como podrían ser úlceras, etc. Por el contrario, la pala, la mano, etc., producen lesiones menos profundas, mucho más extensas, lo cual creo que a nosotros nos es mucho más interesante. Hay que tener en cuenta además que, normalmente para extraer la piel de los animales se les mataba a palos para desprender la capa de piel, la epidermis, por reventar las células grasas que la sustentan a los otros tejidos. Eso mismo nos puede suceder a las personas, pues haríamos prácticamente un desollamiento en vivo. Para evitar dejar cicatrices permanentes en la piel, debemos utilizar instrumentos que sean planos, evitando golpear con la parte cilíndrica de la fusta o directamente con látigos. Yo prefiero el azote formado por tiras de cuero de diferentes anchos al látigo, pues éste deja terribles marcas, muy difíciles de disimular y que en ocasiones, si lo que golpea es la punta del látigo, deja incluso heridas abiertas. No obstante, la ventaja que presenta el látigo frente a la fusta es que es semirígido y va descargando la fuerza a medida que se agarra al cuerpo, por lo cual las lesiones son menores y el castigo se amplia a toda la zona que abarca el látigo. Pero insisto en que es preferible utilizar un cinturón o un azote o el gato de nueve colas formado por tiras de cuero, antes que utilizar un látigo. Preferibles a una fusta tradicional terminada en punta son las que terminan en una lengüeta de cuero o bien las lengüetas. Por último, para todos aquellos que se inician, les recomiendo, que además de empezar con suavidad, incrementando poco a poco la intensidad y duración del castigo, lo hagan también con objetos suficientemente amplios (zapatillas, paletas) y poco a poco, a medida que adquiera habilidad con éstos, vayan disminuyendo su tamaño y cambiando paulatinamente a otros, como pueden ser la vara, el látigo, el azote, etc. El empleo de látigo, vara o fusta puede practicarse previamente como entrenamiento en un cojín de casa, para adquirir puntería, aplicar una fuerza equitativa y controlar la fuerza. En el cojín debe quedar una marca no muy profunda y alargada cuya profundidad sea uniforme, pues cuanto más fino es el instrumento de castigo, más entrenamiento requiere para su correcto manejo y más peligrosa es su utilización.
Continuando una trayectoria ascendente, de la planta del pie pasaremos directamente a lo que es la pantorrilla, sin tocar prácticamente todo lo que hay en medio (desde la espinilla hasta los tobillos).
De la revista Esencia BDSM.
(Creature from Black Lagon, 1954. Jack Arnold)
Cómo era la Criatura La criatura de la Laguna Negra fue el resultado palpable de un experimento científico, y no un sombrío ser sobrenatural como los que abundaban en los argumentos de ese entonces. Aunque ha sido descripta como mitad humano y mitad pez, o un eslabón perdido anfibio, muchos amantes del cine la consideran una especie de saurio. A diferencia de muchos de su antecesores reptílicos que aparecieron en, por ejemplo, The Lost World (El mundo perdido, 1925), este nuevo exponente de la creatividad cinematográfica fue un animal atractivamente blindado, e inteligentemente diseñado como una figura de sorprendente arquitectura biológica. Las garras palmeadas de la criatura le acrecentaban sus habilidades para nadar, a la vez que le permitían capturar pequeños animales, y podía causar severo daño (o matar) a ejemplares más grandes. Una formación dentada que le recorría la espalda y le llegaba hasta los muslos fortalecía su apariencia, a la vez que ensombrecía su aspecto. Esta estructura servía para darle estabilidad en el agua, y al mismo tiempo actuaba como un radiador natural que contribuía a mantener una temperatura corporal constante. Para su defensa contra ataques, estaba provista de escamas superpuestas que le creaban una especie de escudo flexible en su torso, brazos y piernas. Su cabeza tipo yelmo, cruzada por dos líneas de branquias, le permitía - gracias a su formato aerodinámico- deslizarse rápidamente a través del agua. Respecto de sus pies, éstos también poseían bordes palmeados como sus garras, pero además cada uno estaba provisto de una pequeña ala dentada situada en cada talón, que funcionaba como sensor y la habilitaba para mantenerse balanceada cuando debiera caminar por algún terreno. Esta abominación era una perfecta fantasía cuyas cualidades estéticas y anatómicas la transformaron en un material óptimo para ser explotado en películas destinadas a pegar fuerte en la taquilla (embellecida por el adecuado uso de la tercera dimensión), y prontamente se transformó en un ser supremo del cine de ciencia ficción, especialmente durante este corto reinado de esta modalidad de cine, munida de anteojos de colores y proyectores estereoscópicos. La segunda de las películas, Revenge of the Creature (El regreso del monstruo, 1955) también dirigida por Arnold, tiene un argumento más prosaico, ya que la intención inicial se centra en los preparativos para la captura de la criatura en un afluente del Amazonas, su transportación a un oceanario de Florida, su subsiguiente entrenamiento y tormento en el cautiverio y su posterior escape. Esta vez, la criatura se siente atraída hacia la bella Helen Dobson (Lori Nelson), y debe lidiar con los avances de dos científicos que buscan domesticarla de cualquier forma, Clete Ferguson (John Agar) y Joe Hayes (John Bromfield). Harta de los malos tratos y llena de desilusión, la criatura se las arregla para escaparse de su prisión, y logra adentrarse en el mar. Esta secuela no fue tan exitosa como su predecesora, pero el director Arnold supo imprimirle su inconfundible sello, al plagarla de escenas nocturnas de realismo inquietante y un uso de sombras más que singular. Aunque también filmada en 3-D, la película fue exhibida mayormente en pantalla plana, ya que para 1955, año de su estreno, la tercera dimensión ya había perdido su atrapante encanto. Y el tercer envío de la serie, titulado The Creature Walks Among Us (no estrenada comercialmente en cines en Argentina pero exhibida en televisión como EL MONSTRUO VENGADOR, 1956) no estuvo a la altura de los que lo antecedieron, aunque, a decir de muchos, fue injustamente criticada. Si bien carecía del atractivo tridimensional, el argumento era débil y las apariciones de la taquillera criatura eran menores en número, se debe rescatar la riqueza de imágenes que abundan por doquier, gracias a la experta mano del director, John Sherwood, un ex-alumno de Arnold. En esta secuela, la criatura sufre graves quemaduras, que debilitan su caparazón, y los médicos que la controlan, el Dr. William Barton (Jeff Morrow) y el especialista genético Dr. Thomas Morgan (Rex Reason) descubren asombrados que bajo las escamas existe un frágil animal dolorido y lastimado, que respira con dificultad. En el resto de los 78, la criatura hará lo imposible para volver a su hábitat natural, el agua, la que él sabe, podrá curar sus heridas y regenerar su capa branquial protectora. Y la escena final, en la que la criatura parece saborear el paisaje acuático al que ha llegado luego de muchas penurias, considerándolo su paraíso particular, ha quedado en los anales de la historia del cine de ciencia ficción. Nota publicada originalmente en la revista Terror-mania, Nº 2
En la primera película de la trilogía, Creature From the Black Lagoon (El monstruo de la Laguna Negra, 1954), dirigida por Jack Arnold, un paleontólogo desentierra una monstruosa mano prehistórica en la cuenca del Amazonas, por lo que rápidamente se forma una expedición para buscar el resto del fósil. Los exploradores, liderados por el ictiólogo David Reed (Richard Carlson) y el contratista Mark Williams (Richard Denning) se toparán con mucho más de lo que esperaban: un ser lleno de escamas devenido en soberano de un submundo acuático llamado Laguna Negra. La criatura se enfurece al advertir la invasión, pero se obsesiona con una bella mujer, Kay (Julia Adams), miembro del grupo explorador. En una escena que quedó para la posteridad, cuando la mujer nada en las aguas de la laguna, la criatura, debajo de la superficie, imita sus movimientos y la sigue, como tratando de descubrir a una hembra de su especie al emular sus ademanes. Abundan imágenes de gran belleza, sobre todo bajo el agua. En las escenas submarinas, columnas de burbujas y diversas variedades de peces van y vienen continuamente hacia la cara del espectador, aprovechando la magia del 3-D.
Su tío, Jacques-Fraçoise Paul Aldonse, el abad de Sade, se dedicaba tanto al libertinaje como a la religión. Se proveía de prostitutas cada noche. El Conde de Sade se casó con Marie-Eléonore, princesa de la familia Condé influyente en Francia. Tuvieron al que conocemos como el Marqués de Sade. Donatien-Alphonse-François, el Marqués de Sade (título con el que nació pues no ostentaría el de Conde hasta la muerte de su padre), nació en París el 2 de junio de 1740 rodeado de una familia de alta nobleza y amigos íntimos como el propio Voltaire. Su tío era el abad de Sade y el marqués creció bajo su tutela además de los cuidados erróneos de su propio padre. En el colegio le azotaron, pero según el marqués no era el mismo tipo de crueldad de la que luego él disfrutaría en sus orgías sexuales (las cuales servían, según él, para destensar nervios) El conde crió a su hijo en el consumismo y los caprichos, no privándole de nada, de modo que desarrolló más que menguar, su capacidad para desarrollar sus vicios. En algunas etapas de su vida el marqués fue criado por amigas y familiares del Conde que tampoco le ayudaron con tanto lujo a su alrededor. Curiosamente, años más tarde, el propio marqués de Sade criticaría esos lujos y la religión en la que creció. Cuando el marqués tenía 5 años su padre lo llevó a vivir a su casa de Saumane, y en aquel palacio lleno de mazmorras pasó algunos años. Allí pasó temporadas con las nombradas amigas de su padre envuelto de nuevo en lujos. En la misma temporada tendría tiempo de vivir bajo la tutela de su tio y conocer los secretos de la corrupción religiosa. A los 10 años se instaló en París para asistir al prestigioso colegio Louis-le-Grand y allí nació su interés por el teatro, pero también surgieron las primeras palizas, azotes con varas, el comienzo de su conocimiento de la crueldad. Se sospecha que también aprendió allí la sodomía porque los profesores la fomentaban entre sus alumnos y la practicaban con algunos de ellos. A los 14 años sale del colegio para ingresar en el ejército. Participó en la Guerra de los Siete Años contra Prusia. Si de pequeño había conocido la corrupción en la religión con su tio, en su juventud conoció la crueldad de la violencia. Al término de salió nombrado Capitán. El marqués se enamoró de una chica de Avignon pero la familia tenía sus propios planes y al acabar la guerra su padre le casó con una chica rica y poco agraciada llamada Renèe-Pélagie de Montreuil, una joven que soportó todos los caprichos del marqués que ya llegó al matrimonio con su libertinaje aprendido. La madre de Renèe, Madame de Montreuil, conocida como la Presidenta por ser la esposa del Presidente de Montreuil, y la hermana de la chica, Anne-Prospére de Launay influyeron definitivamente en la vida del marqués. Si bien su suegra, una mujer de carácter y estricta moral, terminaría siendo parte importante para algunas de las detenciones del marqués, su cuñada, que había sido destinada por su familia para la religión, tuvo una relación amorosa con el marqués. Ellos se amaban en secreto y la suegra del marqués, al descubrirlo, trató de terminar con la relación. Madame le amenazó con encarcelarlo y el marqués hizo caso omiso, por lo que le convirtió en preso. No era la primera vez que el marqués de Sade había estado encarcelado, pero aquello ocurrió al principio de su matrimonio con Renèe. Llevaban seis meses casados cuando una prostituta llamada Jeanne Testard le acusó ante la justicia. Según la declaración el marqués la sodomizó obligándola a renegar de Dios y durante la orgía defecó en imágenes sagradas. Las investigaciones dieron con varios instrumentos de tortura, grabados eróticos y anticristianos entre otras cosas. Todos aquellos objetos demostraban que no era la primera vez que el marqués se había dejado llevar por tal pasión. Se le detuvo solo por las blasfemias ya que las infidelidades no eran objeto de detención y pasó 15 días encerrado en la prisión de Vicennes, pero su suegra evitó el juicio. No obstante lo desterraron al castillo de Echauffour. El marqués no aprendió la lección y a pesar de ser ya padre de familia siguió con sus escarceos libertinos y varios escándalos. Sin embargo el verdadero escándalo sucedió tiempo mas tarde, Alcueril, donde protagonizó un auténtico escándalo de sadismo en la persona de la joven Rose Keller. La joven le acusó y el marqués pasó siete meses encarcelado. Su suegra de nuevo consiguió sacarlo de prisión y aunque aquella era una época propensa a vicios, la prensa extranjera se hizo eco de la noticia y comenzó la leyenda negra del marqués. El marqués fue exiliado a su casa de LaCoste y allí se dedicó al teatro. Cuando nació su segundo hijo el marqués consiguió volver para conocerlo con un permiso real, y aprovechó para viajar a Holanda y luego reincorporarse un corto tiempo al ejército. En aquella época su cuñada ya era canonesa en un convento pero su mala salud hizo que la llevaran a LaCoste para recuperarse. Allí el abad de Sade trató de seducirla pero no lo consiguió, sin embargo sí se enamoró del marqués. No obtanste el marqués no abandonó sus placeres y en un viaje a Marsella con su criado y amante Latour (con el que practicaba la sodomía en sus orgías) consiguieron unas cuantas prostitutas para tener una fiesta privada con afrodisíacos, fustas.. El marqués se equivocó en la dosis de afrodisíaco (cantárida) y las mujeres enfermaron. Puesto que ya llevaba una leyenda negra a sus espaldas en seguida fue acusado de pretender asesinarlas y fue detenido. A pesar de las prostitutas se recuperaron días más tarde las autoridades querían una cabeza de turco ante tanto libertinaje y vicio y lo declararon culpable de sodomía y envenenamiento. Junto a su amante y cuñada escapó a Italia, pero ella volvió unos días después a Francia. Cuando Donatien decidió volver se encontró con su suegra para pedirle ayuda, pero para esa época la Presidenta ya le odiaba demasiado y consiguió que le detuvieran y encerraran en Miolans. El marqués aún volvió a salir a flote e incluso trató de convivir nuevamente con su esposa en La Coste pero no abandonó nunca sus vicios. Algunas de sus empleadas trataron de denunciarle pero hasta su propia esposa hizo lo posible por evitarlo. Volvió a viajar a Italia y de nuevo, tras una temporada regresó a Francia. De nuevo en su castillo de La Coste emplea a más jovencitas y una de ellas, Justine, que trabajaba de cocinera, recibe la visita de su propio padre que trataba de salvarla a punta de pistola. En aquel momento falleció su madre y el marqués viajó a París, pero allí le esperaba la venganza de su suegra que le denunció para que fuera detenido. Ingresó en Vicennes, se reabrió el caso de Marsella y sale casi indemne con una rebaja de la pena (multa y prohibición de pisar Marsella en tres años). Contento de que todo quedara en nada baja la guardia y su suegra vuelve a conseguir que el inspector Marais lo encarcele por otros de sus actos. A partir de ese momento vivió un montón de idas y venidas a su casa de La Coste para ingresar de nuevo en prisión. En cualquier caso, su esposa siempre estuvo de su lado pero le abandonó justo cuando fue liberado. El marqués de Sade vivió veintisiete de sus 74 años ingresando en prisiones y manicomios. Estuvo a punto de ser guillotinado y finalmente, por orden de Napoleón, fue encarcelado hasta su muerte. En 1801 le detuvieron y juzgaron por sus obras, "Justine" y "La historia de Juliette" en el manicomnio de Charenton. Allí falleció el 30 de noviembre de 1814. No creía en las virtudes ni en el pecado; no tenía problemas ni con la homosexualidad ni con la pederastia y creía que había sido limpio en sus actos, produciendo placer, sin embargo no se consideraba ninguna de las dos cosas, sólo se pronunciaba sodomita, y confesaba que le gustaba tanto sodomizar como que le sodomizaran, pero que incluso prefería que fuese con mujeres aunque no les hacía ascos a los hombres.
Entre los personajes en los que tuvo que mirarse en su infancia estaba el conde Charolais, del que contó más adelante que se divertía probando su puntería sobre los obreros que trabajaban en los tejados de casas cercanas.